Ya a la venta la guía imprenscindible para entender que te sucede y como abordarlo: EN LA LAGUNA ESTIGIA:Guía para un médium del siglo XXI
MAS INFORMACIÓN
Este blog esta protegido por las leyes de derechos de autor.
Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

martes, 14 de noviembre de 2017

LIBREAMA. ÁMATE



martes, 3 de octubre de 2017

UN MILLÓN DE VISITAS... y una despedida

Este mes de Octubre este blog alcanzará el millón de visitas acumuladas, prácticamente medio año antes de alcanzar su primera década de vida y con casi 700 entradas; quién me iba a decir cuando escribí hace casi 10 años mi primera entrada, Presentación, que tendría este relativo éxito. Lo curioso es que pasado este tiempo, aunque me llena en parte de orgullo, me da un poco igual; hace un par de años cuando pensaba que en dos años alcanzaría el millón de visitas, sentía que me iba a dar igual, pero escondía esa sensación, como acostumbro a esconder mi sentir, y me preguntaba que como lo celebraría. Puedo estar equivocado pero quizás lo celebre con una despedida.

Varios años antes de ese 2008, en que empece a escribir mi blog, había descubierto la espiritualidad y como suelo hacer me volqué en ella, buscando desesperadamente la felicidad, intentando escapar de mi propia locura. Más de 10 años después y tras múltiples tribulaciones, alegrías y tristezas, sigo anhelando la felicidad y mi locura continúa, porque ese soy yo. Un loco a veces peligroso, a veces maravilloso, un loco de amor y amargura.


"Mal perdedor que se la pasa jugando"


Cuando empecé a escribir lo hacía como desahogo, a modo de diario, pero también con la ilusión de que mis vivencias y sentimientos pudieran ser de utilidad para los demás,y me doy cuenta de que ha servido para eso, ha cumplido su objetivo y parece que con creces, pero mi búsqueda neurótica no ha encontrado consuelo y quizás ya no tenga sentido escribir más, ni practicar más esperando alcanzar la felicidad, si no simplemente vivir.


"Sabe que no es verdad, toda la mentira, que llaman realidad
Y es suya la alegría, de saber mirar, a través de las burbujas, la felicidad."

Vivir para disfrutar de la vida y así ser feliz, como he aprendido el único camino es ser Libre y Amar y eso se fundamenta en el amor propio, única base verdadera para alcanzar la dichosa plenitud. He dicho que lo he aprendido, más bien lo he descubierto, porque todavía tengo que vivirlo, porque la mayor esclavitud es la de nuestros sueños, fantasías e ilusiones, y la de nuestra educación social y familiar. La Libertad sólo es posible de nosotras mismas y el Amor a nosotras mismas, todo lo demás no dejan de ser pajas mentales.



"Esa es mi revolución, llenar de Amor mi sangre, y si reviento,
que se esparza en el viento, el amor que llevo dentro."

El amor propio base de todo, es amar todo nuestro ser, nuestros miedos, nuestros deseos, nuestro cuerpo y nuestra locura perpetuada generación tras generación y no tiene nada que ver con el egoísmo que resumiendo es creer que la vida tiene que ser como nosotras creemos que tiene que ser, es ser esclavos de nuestras creencias a todas luces irracionales y que una y otra vez nos alejan de la felicidad, encadenándonos al sufrimiento eterno.

Sigo navegando mi barquito unas veces a favor y otras en contra del viento de la vida y aunque, a pesar de mis bandazos, persigo el Sol, como dice está canción, no es oro todo lo que reluce o no todo lo que brilla es plata, incluido este loco que ha descubierto el amor pero cree que no sabe como vivirlo.


"Pirata, no todo lo que brilla es plata."

Olvidada una de las principales premisas del zen, sin espíritu de provecho. Actuar por la acción en si misma o no hacer por la inacción misma, sin esperar un resultado, un mérito, un provecho...

Entender que la amargura es realmente el reverso tenebroso del amor, ambas partes de una misma moneda, trucada por la vida en beneficio de la amargura. Nos dicen, nos confunden, que el miedo o la angustia son lo contrario del amar y huimos de ambas emociones creyendo que así caeremos en brazos del bendito amor, cuando en realidad es la amargura lo que ocupa su lugar cuando no aprendimos/descubrimos el amor que todas llevamos dentro.

Creo que ha llegado el momento de dejar de correr tras la fruta prohibida y de cerrar el proyecto "Más Allá del Más Allá", sólo vivir sin buscar en adelante...

Aunque siempre puedo cambiar de opinión, que es algo que se me da bastante bien...



"Tengo Luz y tengo Luna, tengo la inmensa fortuna de tu/mi amor."










martes, 8 de agosto de 2017

No soy responsable de tu dolor

No soy responsable de tu dolor...
Y ni siquiera soy responsable de mi propio sufrimiento, fruto de mi herencia, mi educación y mi sociedad, que han moldeado mi mente con creencias ilógicas e irracionales, que nos hacen adorar y perseguir falsas ilusiones, alejándonos de la plenitud de ser una misma.
Adoramos por igual a becerros de oro como a mesías salvadores que nos hablan de la dicha de seguir unas doctrinas, unos principios, unas practicas, que nos conducirán a la felicidad, al igual que el consumir bienes materiales, consumimos filosofías de vida.
Cuando no existe más divinidad que nosotras mismas, más paraíso  que el que construimos a nuestro alrededor, ni mayor felicidad que la de encontrarnos a nosotras mismas, entre la bruma de prejuicios sin sentido y sinrazones neuróticas que conforman nuestra personalidad.
Por ello el amor propio es el vértice angular donde se fundamente nuestra capacidad de transcendencia. Y a partir de ahí vivir con amor, una vez sentido el amor a ti misma.









miércoles, 26 de julio de 2017

El viejo de la montaña. La práctica, la despedida. 6ª parte

Si no has leído las primeras partes del relato puedes hacerlo aquí: El viejo de la montaña. La Llegada. 1ª parte.

La práctica

Cada vez hacía mejor tiempo, los días eran más largos y necesitaban menos tiempo para recoger leña y alimentos, pasaban mucho tiempo practicando. La chica aprendió rápido a retrasar su orgasmo y a alargarlo con la respiración, era una buena alumna. También aprendió a retrasar el orgasmo del viejo incluso presionando la corona con los músculos de su vagina; el control de los músculos vaginales le dio la posibilidad de tener a ambos, orgasmos, en posturas que permitían escaso movimiento. Cada vez podía mantener durante más tiempo su orgasmo sin verse desbordada, poco a poco sentía y movía la energía sexual a voluntad. Aprendió a llevarla donde la necesitaba y a almacenarla en su bajo vientre, en su centro energético como decía el viejo.
Le extrañaba que prácticamente llegaba al orgasmo nada más empezaba la relación sexual e incluso tuvo uno solo con la estimulación de sus senos, muy suave eso sí, pero muy placentero.
Una noche con la primavera ya avanzada, durante la cena le dijo al anciano, “Sabes viejo, al principio pensaba, que todo esto era para alargar el placer y aumentarlo, pero ahora caigo en la cuenta que eso es sólo una excusa para otra cosa… Es verdad que no sé muy bien para qué, pero me siento con mucha energía, más segura de mi misma, y con una sensación de felicidad que no había tenido nunca. Tengo la impresión de que hiciéramos una meditación sexual.”
Al terminar de comer el anciano la miró, “eso es porque tu energía se está limpiando y empieza a circular mejor. Tus centros de energía se están abriendo y tus canales permitan la circulación de la energía de tu espíritu. Esa es la felicidad que sientes. Pero la verdadera felicidad es otra cosa. Es algo que no proviene de la satisfacción ni de encontrarse bien. Sólo se puede encontrar en el equilibrio de cuerpo, mente y alma y yo ni siquiera sé lo que es eso…”
“Todavía te queda mucho por descubrir, aquí es fácil pero cuando vuelvas a tu vida, las pasiones te inundaran de nuevo y donde encontrarás alguien que no piense solo en correrse cuando folla.” El viejo se levantó dejándola intentando digerir lo que acababa de escuchar. Nubes grises se formaban en su horizonte. Esa noche no pudo dormir y la pasó meditando frente a la pared.
Unos días después el anciano le dijo que la acompañara al bosque, se acercaron a uno de los arboles más viejos del entorno; su tronco tenía un par de metros de diámetro.
“Pon tus manos sobre él”, le dijo el anciano mientras él también ponía las suyas.
“Siente su energía, deja que entre en ti”, al rato la chica sintió que sus manos se le calentaban y una enorme sensación de paz la inundaba.
“Flexiona un poca las piernas y siente la energía de la tierra, deja que circule a través tuya”. Por un momento se sintió conectada a la tierra, al árbol, a todo lo que la rodeaba.
“Muy bien igual que te conectas al árbol, te puedes conectar a cualquier persona o animal y dejar que la energía que necesita circule a través de ti desde el universo… y tú también puedes recibirla.” Disfruta de la experiencia.
Bastante tiempo después la chica quitó las manos del árbol, sonriendo miró al anciano. Este sentado sobre una raíz del árbol centenario mascaba una planta.
“Ahora vamos a hacer un ejercicio para que te cargues de tierra y dejes de volar tanto.” Sin decir más el anciano le quito el pantalón a la chica y le indicó que se sentará con la espalda apoyada contra el árbol. Se arrodilló entre sus piernas y abriéndoselas comenzó a besarle y lamerle el sexo. La chica no podía creer aquello, era la primera vez que el viejo le practicaba sexo oral, pensaba que no le gustaba.
Respiraba hondo y movilizaba la energía que se generaba en su sexo, sin necesidad de que el anciano se lo indicara; el orgasmo no tardó en llegar a pesar de todo. El anciano bajo la intensidad de su succión, a la vez que le decía que levantara los brazos y pusiera las manos sobre el árbol. Sus pechos erguidos con sus pezones endurecidos apretados contra la ropa, aumentaron su placer. Mientras gritaba sentía como la energía circulaba a través de ella, entre el árbol y la tierra, se retorcía como alguien que toca un cable desnudo de electricidad; pero ella no sentía dolor sino un enorme placer, el sexo le ardía.
El anciano sorbía ruidosamente en su sexo y toda la energía que circulaba por ella tornó a acumularse entre sus piernas, creía que su sexo iba a estallar. El orgasmo no cesaba y a ella le parecía que una bola se formaba entre sus piernas.
El anciano paró, levantándola por las caderas para girarla; penetrándola contra el árbol. “Abrázate al árbol, que voy a relajarte.” Las embestidas del viejo hacían que esa bola se moviera en su interior, empezaba a marearse. “Mueve la energía”, le grito el anciano justo antes de que empezara a correrse, gritaba más que otras veces; eso llamó la atención de la chica que se puso a circular la energía del orgasmo por su cuerpo.
Pasó mucho tiempo, y los dos seguían fornicando contra el árbol sin parar de correrse. El anciano a diferencia de otras veces golpeaba con más fuerza. Ambos tenían un orgasmo mezcla de dolor y placer. Los testículos de él estaban tan duros que le dolían. Ella no podía aguantarse con sus piernas y era el anciano quien la mantenía en vilo.
Necesitaba parar, se soltó del árbol, cayendo hacia adelante, el anciano soltó sus manos dejando que se precipitara contra el suelo. Se acurrucó allí gimiendo sin parar, tenía su sexo como si hubiera sido el tronco del árbol el que hubiera penetrado su vagina. El anciano se vistió y sin mediar palabra la subió a sus espaldas, para volver a la cueva. Cuando llegaron estaba dormida, la acostó arropándola con las mantas, tumbándose junto a ella. Le puso una mano sobre la coronilla y otra entre las piernas, trabajándole la energía hasta que la sintió equilibrada. Él también se durmió.



La despedida

Hacía ya calor de día; la primavera llegaba a su fin. Pronto llevaría un año allí, se preguntaba cuándo volvería su padre por ella. Sus pensamientos eran contradictorios, por una parte deseaba volver a verlos, volver a la ciudad, a tener un baño en condiciones; pero por otra parte sentía que estaba aprendiendo algo importante aunque no sabía muy bien que era.
El viejo llevaba unas semanas raro, lo veía desmejorado con mala cara; pero no creía que estuviera malo pues el sexo era cada vez más intenso; pasaban horas “practicando”, con orgasmos de media hora y más. Ella se sentía una persona diferente, el viejo le decía que estaba recuperando su luz. No sabía bien que era eso. También había empezado a decirle que ya no le necesitaba a él.
Pero lo que de verdad le preocupaba es que había empezado a acumular leña delante de la cueva, se pasaba horas porteando leñas y acumulándola sobre el suelo. Ya solo hacía eso, aparte de “practicar”. Colocaba los troncos cuidadosamente formando una plataforma, tan amplia que se podía acostar uno en ella. Cuando le pregunto qué hacía no le contestó.
Unos días después mientras comían le dijo: “Es una pira funeraria para mí.” Sin añadir nada más. No le echó cuenta.
Una noche cuando terminaron de practicar, la chica le pregunto al viejo, “Nunca me la metes por el culo que pasa que no te gusta”. El anciano la miró echándose a reír, “claro que me gusta, pero la energía que despertaría en ti te desbordaría y podría volverte loca”. Qué raro es el viejo, se dijo la chica.
Casi una semana después el anciano la importunó mientras meditaba gritando que había terminado. “Ya está lista, ven a verla”. Salió fuera con desgana a mirar la obra del anciano, tenía un metro y medio de alto, uno de ancho y casi dos metros de largo; le había llevado varias semanas construirla, que pérdida de tiempo pensó ella, querrá hacer una hoguera de San Juan.
“Muy bien, esta noche te transmitiré mi esencia”, exclamó el anciano dejándola pasmada a la puerta de la cueva, marchándose sólo por el bosque.
Volvió ya de noche, la chica había preparado algo de comer ya que tardaba tanto. “¿Dónde has estado?, Me estaba preocupando”.
“Veo que tenías hambre”, dijo el anciano mirando la comida.
Al sentarse a comer dijo: “He estado despidiéndome, hacía tiempo que no veía a mi amiga, sus cachorros están muy crecidos y son muy juguetones. Por cierto le gustó el ciervo que le subimos, no te molestará.”
Definitivamente se ha vuelto loco pensó la chica sin contestarle.
Esa noche era especial, por primera vez el anciano la besó apasionadamente mientras le acariciaba el rostro suavemente, antes de desnudarse. Era como si fueran una pareja y por primera vez no se avergonzó de follar con un viejo.
La dulzura lo impregnaba todo, los movimientos, los gestos, la penetración; no practicaron sexo oral ni se masturbaron, era como si estuvieran haciendo el amor de verdad. El anciano no le decía que respirara de esta manera ni que llevara la energía a ningún sitio. Todo era como más espontaneo y el orgasmo suave pero igual de intenso. Pronto adoptaron una postura cómoda para los dos y descansada, regocijándose en el orgasmo mutuo y continuo; el tiempo pasaba sin que les importara.
Una eternidad después, el anciano se levantó indicándole que se pusiera a gatas, “hoy penetraré tu ano… Ha llegado el día.”
La chica esperó que la ensartara por detrás, abriendo su ano con deseo. Lentamente y sin oposición se introdujo el pene en su interior, haciéndola rabiar de placer. El viejo se movía dentro de su ano gritando con cada nueva embestida.
Creyó enloquecer, nunca antes ella había sentido tanto placer, se olvidó de la respiración, de la energía, de todo. Solo atinaba a gritar: “Más fuerte”, una y otra vez.
El anciano paró. “Voy a eyacular cuando lo haga sentirás algo que no has sentido nunca, recuerda que tienes que bajar la energía.” Aunque se había parado ella seguía gritando, pues solo sentir su ano lleno de su enorme polla caliente la volvía loca; sin apenas prestarle atención le rogó que siguiera.
El anciano reanudo sus embestidas, aún más violentas, produciéndole a ella la sensación de que el pene llegaba hasta sus riñones; gritaba como loca y parecía que iba a perder el conocimiento. De pronto le pareció que el anciano estaba delante de ella, era imposible sus violentas embestidas le abrían el ano cada vez más haciéndole retorcerse de placer. Esa forma borrosa delante de ella se puso debajo, sintiendo como la abrazaba. Algo entraba en su sexo.
La barrera entre ano y vagina desapareció, un enorme pene la penetraba por completo; gritaba sin sentido y apenas podía entender que sucedía, pero algo que parecía el viejo la abrazaba, acariciándole la cabeza. Era como si el viejo entrara en ella y sus energías se fundieran.
Estaba loca pero no quería que parara aquello, un calambre recorría su columna; las embestidas aumentaron y un océano de semen inundó su ano; para ella llegó hasta su cabeza y no paraba de subir. La columna y la cabeza le ardían, pero está última parecía que iba a explotar. Se derrumbó si parar de gritar y el anciano cayó sobre ella. Recordó sus palabras.
Se concentró en hacer bajar la energía de la cabeza hacía el coxis, al principio con dificultad, después de un rato esta circulaba pero ella seguía corriéndose y gritando; arqueaba su espalda con cada movimiento de la energía, pero no podía moverse mucho pues el cuerpo del viejo estaba sobre ella con su pene alojado en su ano.
La serpiente se movía en su interior, conectando su coronilla con el cielo y su coxis con la tierra, una explosión de placer la desbordó y su interior se expandió en todas direcciones; todo dejo de tener sentido. La intensidad la hizo desmayarse perdiendo la conciencia.
Estaba en la cueva, el anciano la tomó por las manos y sonriendo le dijo: “Es hora de partir… Estás preparada… No me necesitas.” Difuminándose a continuación su figura ante ella.
“Nooooo”, su propio grito la despertó, tardó en darse cuenta que estaba desnuda tumbada en el suelo con el cuerpo del anciano sobre ella, todavía tenía su pene menguado en su ano. Menos mal se dijo.
Al tocar al anciano para librarse de su peso, dio un respingo, estaba frío. Lo apartó bruscamente, sintiendo dolor al salir bruscamente el pene de su ano. Miró al viejo con miedo. Cuanto tiempo había estado dormida.
No se atrevía a tocarlo; cuando lo hizo estaba helado y comenzaba a ponerse rígido. Asustada se alejó del cuerpo hasta el otro extremo de la cueva, se acurrucó envolviéndose por completo en una manta, no entendía, no quería entender. Luchando por no aceptar lo sucedido se durmió de nuevo.



¿Volver o no volver?

Se despertó temprano, el fuego estaba casi apagado, tiritaba de frío. Esquivando el cuerpo del anciano, avivó el fuego con unos troncos; pronto recuperó el calor del cuerpo. Se vistió, su mente estaba parada, se comportaba como un autómata; aunque tenía hambre no comió. Envuelta en la manta salió al exterior de la cueva.
El tibio sol del amanecer teñía los arboles de dorado, observó en silencio la estructura de leña que había montado el viejo durante semanas.
Pasaron varias horas antes de que el sol iluminara la pira; su mente había dejado de funcionar, su corazón no expresaba ninguna emoción, sólo un vacío insondable la inundaba; pero para darse cuenta de eso tendría que haber tenido alguna reflexión en su mente.
Entró en la cueva y arrastró el cuerpo del anciano hasta la pira, con enormes esfuerzos consiguió ponerlo arriba de la misma. Sacó varios troncos encendidos de la hoguera y los introdujo en la base de la pira.
Llevaba días sin llover y la leña estaba seca, pronto surgieron las llamas. Se sentó a observar el baile de las llamas abrazando el cuerpo del anciano.
Pasó el día observando como la leña se consumía junto al cuerpo del viejo, recreándose en como la estructura se iba viniendo abajo conforme los troncos se carbonizaban. Al atardecer se durmió de nuevo.
Cuando despertó de madrugada unas enormes ascuas ocupaban el lugar de la pira, del anciano no quedaba nada. Se acostó junto a ellas para librarse del frío intenso. Durmió hasta el mediodía.
Su estómago rugía tras un día sin comer. Entró en la cueva, el fuego era solo un rescoldo casi apagado. Tomó con un cacharro de la comida las ascuas y las echo junto a los restos de la pira. Sacó las mantas, las ropas del viejo y las arrojó sobre las ascuas. Pronto un olor a tela quemada lo inundó todo. Buscó entre sus ropas, las que traía al llegar; se cambió quitándose esas horribles ropas de trabajo. Le quedaban grandes, necesitó una cuerda para amarrarse el pantalón.
Arrojó todas sus ropas al fuego junto al resto de cosas quemables de la cueva; rebuscando encontró una libreta amarillenta y con las hojas añadas, era el diario del anciano, de sus primeros tiempos allá en la montaña. Hacía décadas que dejó de escribir. Se lo guardó entre sus ropas.
Apenas comió nada; apagó el fuego que quedaba con el agua de la acequia y ya entrada la tarde, comenzó a descender, con suerte llegaría a la cabaña del envío antes del anochecer.
Caminaba segura de sí misma; no necesitaba a nadie que le indicara el camino ni la guiara. Sabía que pasos tenía que dar a cada momento.



martes, 18 de julio de 2017

El viejo de la montaña. La enseñanza, la apertura a una nueva energía. 5ª parte

Si no has leído las primeras partes del relato puedes hacerlo aquí: El viejo de la montaña. La Llegada. 1ª parte.


La enseñanza

El invierno continuó en su desarrollo, con días duros, la mayoría; y otros más amables, los menos. La chica cada vez pasaba más tiempo junto al anciano meditando frente a la pared. Ya salía sola por el bosque a recoger leña; se dio cuenta que le gustaba estar sola en la profundidad del bosque. A veces se sentaba en silencio a escuchar los sonidos de la espesura, e incluso llegaba a tener la sensación de que escuchaba la respiración de los árboles.
Cada vez hablaban menos, había días que no cruzaban palabras; a ella le parecía, en ocasiones, que eran los únicos seres humanos. Sus recuerdos de la vida “normal” emergían como ensoñaciones de su memoria. Incluso dudaba que hubiera tenido padres o amigos; ya no se acordaba de su vida anterior, de sus motivaciones. Estaba sumergida en un mundo en el cual sólo importaba la piedra que pisaba, el tronco que tocaba o el sol que la calentaba. Aunque a veces en la noche la embargaba una fuerte melancolía y se apretaba con fuerza contra el cuerpo del anciano.
El torbellino de pensamientos de su mente se había calmado; la lucha incesante con los mismos cada vez que se sentaba a meditar había desaparecido. Ya no luchaba con ella misma. Estaba calmada pero no era la paz, sólo una tregua.
Los días crecían en su duración tras cada amanecer y, aunque el frio era intenso, un nuevo aliento de vida inundaba la montaña. Una tarde soleada el anciano la llevo a contemplar la parada nupcial de las águilas, junto a su nido; al verlas copular se estremeció en su interior.
Durante la cena se sintió rara, sentía deseo después de un par de meses, pero era un deseo diferente; una necesidad diferente. Su cuerpo le pedía algo, que parecía deseo sexual, pero diferente. Quizás necesitara amor de verdad, físico, emocional y mental.
No podía dormir, abrazada al cuerpo cálido del anciano que dormía hacía tiempo. Echó de menos un abrazo sincero; se acordó de la despedida de su padre y de cómo la abrazó. Eso era amor, no se había dado cuenta hasta ahora; se maldijo por no haber abrazado a su madre de esa manera, por haberse ido casi sin despedirse. Deseo profundamente estar con ella, mientras lloraba se concentraba en la idea de estar con ella, de decirle lo que la quería. De pronto sobresaltada tuvo la sensación de estar junto a su madre, sentía el cuerpo del anciano pero era como si no estuviera en la cueva.
Buscó a su madre, le pareció verla acostada delante de ella; se giró poco a poco, el dormitorio de sus padres fue tomando forma. Su madre dormía sola, se acercó a ella; arrodillándose junto a la cama le acaricio el pelo. Su sueño era inquieto, le sorprendió que su padre no estuviera. La abrazó, mientras lloraba en la cueva le decía lo que la quería y la echaba de menos.
Se acordó de su padre, se vio recorriendo la casa; sin darse cuenta estaba frente a él, que dormía en el estudio. Podía sentir la culpa que lo envolvía, entendió. Después de abrazarlo un rato le susurró al oído que estaba bien, que había hecho lo correcto, que lo quería. Al volver a la cueva pensó en sus amigos, no merecían la pena, gente sin corazón ni futuro, como ella hasta hace poco.
No pudo dormir esa noche, se levantó y se sentó a meditar frente a la pared. Se olvidó del frío, del sueño, del cansancio, de la falta de amor; en definitiva se olvidó de sí misma. Al levantarse el anciano la encontró meditando, no dijo nada y se limitó a preparar el desayuno como todos los días.

La apertura a una nueva energía

Pasó una noche, más tarde o más temprano tendría que pasar; ya el sol calentaba con fuerza, las nieves se habían retirado del bosque y este mostraba la incipiente primavera en todo su esplendor.
A pesar de que el frio disminuyo por las noches, ella seguía durmiendo abrazada a la espalda del anciano; el calor de la primavera, su necesidad de sentir el amor y el ímpetu juvenil la sorprendieron a si misma acariciando el pecho del anciano. Este dormía y ella había metido la mano bajo su ropa. Se recreó en su cuerpo escuálido sintiendo como el deseo brotaba en ella. Se preguntó si el viejo se empalmaría todavía o la tendría ya muerta; sonrió ante este último pensamiento. Introdujo su mano bajo el pantalón del anciano, encontrando su sexo cálido y blando. Joder este viejo todo lo tiene caliente con el frio que hace, se dijo.
No tenía nada de particular pero le sorprendió lo suave de la piel de ese sexo, se evadió acariciándolo un rato, ensimismada en sus fantasías. No se dio cuenta que el anciano se despertaba conforme crecía su pene, para sorpresa de ella alcanzo un tamaño considerable, no pudo refrenarse y lo apretó con fuerza. Deseó que la penetrara.
Siempre creyó que los viejos la tendrían chica. Sus dedos se llenaron del lubricante que empezaba a brotar del pene. En ese momento se asustó al ver que el anciano se incorporaba girándose hacia ella. La vergüenza la inundo sin saber que hacer o decir. Quería que la tierra la tragara.
Sin tiempo a reaccionar el anciano, después de quitarse sus pantalones, le estaba bajando los suyos. El deseo explotó en ella, el anciano se colocó entre sus piernas, haciéndola sentir el roce de su verga en el sexo y entre las piernas. Las abrió por completo, mientras él le quitaba el resto de la ropa.
“Cierra los ojos y olvídate de todo” le dijo a la vez que le besaba los pezones. El placer la invadía, agarrando las caderas del anciano lo atrajo hacia ella para que la penetrara. El introdujo un poco el glande en su sexo dejando la corona a la altura de los labios de ella. Eso la hizo excitarse aún más, mientras él se entretenía en lamer, besar y morder sus erectos pezones.
“Fóllame ya” grito la chica.
“Debes aprender a no precipitarte” le contestó el anciano a la vez que introducía su verga por completo en la vagina de ella. Se movía en su interior de forma suave pero rítmica y constante. Ella se retorcía, abriendo sus piernas al máximo y enroscándolas en sus caderas, su excitación era máxima pero no terminaba de llegar al orgasmo. No podía soportarlo.
“Más fuerte, fóllame más fuerte”, exclamó varias veces mientras clavaba sus uñas en las nalgas del anciano.
Este concentrado en sentir la energía sexual, la hacía circular a través de su columna, ascendiendo del perineo a su coronilla y después descendiendo. Su orgasmo era suave y continuo, pero la chica gritaba cada vez más y se movía violentamente. Había que terminar.
Con cada violenta embestida los gritos de la chica resonaban en el interior de la cueva, creyó volverse loca, intensos calambres recorrían su cuerpo y los músculos de su vientre se movían con cada oleada del orgasmo. Cuando empezó a bajar de intensidad, el anciano se echó sobre ella, besándola y aspirándole en la boca. Le pareció que algo entraba por su sexo y salía por su boca. Era una sensación agradable que terminó de calmarla.
El anciano se retiró, para dormirse después de haberse vestido. Ella todavía continuaba con la respiración agitada, desnuda y con las piernas abiertas.
Al día siguiente se despertó tarde, entumecida y agotada, el anciano no estaba, se sentó al sol de la mañana a esperarlo. Cuando llegó no dijo nada, como si no hubiera sucedido lo de anoche. Se puso a preparar la comida.
La chica se acercó. “Tenemos que hablar”, le dijo mirando el suelo.
Al rato el anciano, la miró a la cara diciéndole “Desperdicias tu energía, tienes que aprender a movilizarla correctamente. El sexo sólo para correrse carece de sentido”. Añadiendo a continuación: “Si quieres puedo enseñarte y practicarlo juntos, pero debes hacer lo que te diga.” La chica se volvió en silencio.
Comiendo reflexionaba sobre las palabras del anciano. Al terminar dijo, “Lo que usted diga”, se sorprendió al escuchar salir esas palabras de su boca, siempre lo había tratado de viejo, despectivamente, acompañándolo normalmente de algún exabrupto. El anciano se rio escandalosamente haciéndola avergonzar; se arrepintió de lo que había dicho. “Puedes seguir llamándome viejo, me había acostumbrado a ese nombre” le dijo sonriendo mientras se levantaba a fregar los cacharros.
Esa tarde cuando meditaban el anciano se levantó para avivar el fuego, al rato la llamó, indicándole que se desnudara y se tumbara delante del fuego. Sorprendida hizo lo que le mandó, aunque estaba tranquila y no tenía ganas. Se tumbó boca abajo desnuda. El anciano masajeó su cuerpo untándole un aceite aromático. El bienestar la inundaba, abandonando sus reparos, al darse la vuelta las caricias de las manos del anciano sobre sus pechos y su cuello terminaron de excitarla. El anciano se tumbó junto a ella diciéndole “Voy a enseñarte a retrasar el orgasmo”, mientras introducía su mano entre las piernas de ella.
La masturbaba a la vez que la besaba en la boca y recorría con sus labios y su lengua su cuello, sus orejas, los pechos; recreándose en succionarle los pezones. Pronto estuvo muy excitada. “Respira con tu abdomen, llena tu vientre de aire con suavidad y suéltalo lentamente” le decía el anciano mientras bajaba el ritmo y la intensidad de la masturbación. A ella le costaba trabajo concentrarse en la respiración pues no paraba de gemir, el orgasmo se aproximaba como una avalancha.
El anciano retiró la mano, “no pares”, grito ella. “Respira hondo y volveré a tocarte”, se esforzó en concentrarse en la respiración, calmándose un poco. Acarició de nuevo su clítoris y sus labios vaginales, soplándole sobre su pubis. A duras penas la chica conseguía respirar profundamente, se veía desbordada por el orgasmo. El anciano volvió a retirar la mano, pero ella no pudio evitar tocarse; el orgasmo se desbordó como una presa que revienta. Sus gritos eran ensordecedores, parecían no tener fin. “Respira hondo”, le susurraba el anciano al oído. Intentaba respirar hondo, pero era difícil gritando a la vez; el orgasmo duraba más de la cuenta y tuvo que dejar de tocarse. “No puedo más.”
Cuando se calmó, el anciano se bajó los pantalones mostrando su pene erecto. “Ahora te toca a ti.” La chica se sorprendió de la naturalidad del anciano. “Cuando sientas la proximidad de mi orgasmo tienes que presionar la corona de mi glande, lo puedes hacer con la mano, con los labios o con los músculos de tu vagina, eso me producirá un orgasmo extendido y evitará que eyacule.”
La chica comenzó a masturbarle; la excitación le hizo saborear varias veces la cabeza del pene del anciano; este tumbado respiraba calmadamente. Definitivamente se introdujo el pene en la boca, chupándola con deleite. El anciano empezó a resoplar con fuerza y a gemir, no sabía si parar; de pronto el glande creció llenándole casi por entero la boca; decidió hacer lo que le había dicho el anciano presionando con sus labios la base del glande, se dio cuenta que su lengua presionaba la punta del sexo. El anciano gemía y empezó a mover las caderas, era como si follara su boca; a duras penas mantenía la presión sobre la corona. Ahora el anciano gritaba pero aunque sus movimientos eran de eyacular el semen no inundaba su boca, se estaba excitando de nuevo y el deseo de montar al viejo la invadía.
Este no paraba de correrse, cada cierto tiempo tras varias respiraciones profundas volvía a mover con fuerza las caderas, ella chupaba lentamente el glande y lamía la parte inferior del pene. El viejo llevaba mucho tiempo corriéndose, ya era hora de que le tocara a ella; se puso sobre él introduciéndose el pene en su sexo. El anciano le agarró los senos, apretándolos con fuerza. Ella se sorprendió, un orgasmo suave la inundó, se olvidó del viejo cabalgándolo con fuerza. Este continuaba con el orgasmo levantándola del suelo con sus embestidas, el orgasmo aumento de intensidad haciéndola gritar. El anciano se paró quitándosela de encima.
“¿Qué haces viejo?” gritó ella con coraje. “Espera" le dijo él, "vamos a usar otra postura y podremos seguir corriéndonos los dos”; se sentaron uno frente al otro, ella con una manta bajo sus glúteos para elevarla. La penetró de nuevo proporcionándole un gran placer pues su pene presionaba a la vez su clítoris y su punto G. Con ligeros movimientos de cadera alcanzaron de nuevo el orgasmo mientras se abrazaban y besaban, luchando con sus lenguas.
“Ahora cuando yo sople, tu absorbes, imaginando que entra energía por tu boca saliendo por tu sexo”. A la chica le costaba trabajo hacerlo mientras se corría, pero pronto empezó a sentir un calor que recorría su cuerpo, el placer aumentó haciéndola gritar de nuevo; no necesitaban apenas moverse para continuar con el orgasmo.
“Ahora sopla tú, la energía entra por tu sexo y sale por tu boca” le indicó el anciano; al poco le ardía el sexo y apenas podía respirar, se mareaba. “Tranquila respira hondo” le dijo él, al rato comenzó a llorar; el anciano movió de nuevo sus caderas provocándole un nuevo orgasmo sin poder dejar de llorar. Era como si su cuerpo se abriera, su pecho se expandía y se liberaba del dolor de años. “Sigue gritando”. Cuando comenzó a calmarse el anciano paró de moverse, abrazándola con fuerza. Así estuvieron un largo rato, mientras el pene del anciano menguaba en el interior de su vagina. “Ahora respira al mismo ritmo que yo” le dijo sin dejar de apretar su cuerpo.
A la chica le pareció que su cuerpo se fundía con el del anciano; una enorme sensación de paz la inundaba, tranquilizándola. Al rato una felicidad sin motivo colmaba su ser.
Se separaron.
Cenando y tras un tiempo de duda le dijo al anciano “Tu nunca te corres.”
“Si te refieres a eyacular, a mi edad no puedo desperdiciar mi semen” le contesto él sin dejar de mirar el plato.
Antes de dormir el anciano le entregó dos piedras pulidas del arroyo del tamaño de una pelota de golf, “Toma para que fortalezcas los músculos de tu vagina, las cogí para ti”. La chica las tomó sin decir nada, “No las uses durante mucho tiempo, un poco cada vez, para no lastimarte.
Esa noche al acostarse empezó a practicar. Después se durmió como siempre abrazada al anciano.






Gloria Fuertes

He leido El libro de Gloria Fuertes, una antología de sus poemas y de su vida, no ha dejado de sorprenderme esa mujer vitalista, transgresora y adelantada a su época que fue encasillada por la fama como poeta infantil, cuando fue una mujer rompedora en todos su ámbitos de vida. os dejo algunos de sus poemas:

No, no y no:
Una llama no se apaga con otra llama,
ni un crimen con otro crimen
ni un amor con otro amor.

Me hice libre:
Me hice libre.
Vivo libre
en esta inmensa celda
de castigo que es la tierra.
Decir la verdad
me desencadena.

Me desprecias
Me desprecias porque quisieras ser como yo
y en vez de imitarme
destrozas el espejo.

No dejemos a nadie del todo
No dejemos a nadie del todo.
Si te vas y dejas al perro solo,
métele una zapatilla en la perrera, olerá a ti,
se creerá que estás,

se sentirá mejor.








lunes, 17 de julio de 2017

La cresta de la ola

Vas en la cresta de la ola y el viento acaricia tu rostro, contemplas todo el paisaje y te crees grande. Todo sale fácil, todo tiene sentido y  te sientes vivo, pero todo es efímero...
La ola termina siempre cayendo y atrapándote en su rebufo de caos donde todo se confunde, deseos, sentimientos, pasiones... No sabes donde estás, no ves nada claro, estás desorientado... Sólo quieres levantarte para coger otra ola, subir a su cresta y sentirte pleno de nuevo...
A veces lo consigues pronto, otras pasan olas revolcándote de nuevo en tus miserables creencias, haciendo más difícil recobrarte...
Pero siempre que coges la cresta, vuelves a caer. Pero te dices que vendrá una gran ola que te llevará en su cresta para siempre... Te engañas y sufres...
Escuchas y lees palabras vacías que dibujan maravillosos paisajes en tu mente fantasiosa, estiércol para la felicidad... Palabras de Amor desde la posesión, la angustia y el dolor... Te preguntas que es Amar sin encontrar respuestas... Quizás sea disfrutar del aire en la cresta de la ola y del agua turbia luchando por entrar en tus pulmones cuando rompe...