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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

miércoles, 18 de febrero de 2009

La trinchera

Año 1914 o 1915. Frente norte cerca del mar. Noche cerrada, la niebla de la costa tiñe de gris la cercania del alba iluminada por las explosiones de los obuses. Durante toda la noche la artilleria alemana ha estado machacando las trincheras francesas.

Un soldado francés acurrucado en su trinchera se aferra a su fusil. El fango y la sangre lo cubren todo, se puede cortar el miedo, cuando mira a su alrededor le es imposible distinguir a los vivos de los muertos. El hedor a muerte y el olor a humedad lo impregnan todo, de vez en cuando alguien se atreve, a asomarse y disparar. El ataque está cercano, la artilleria ha dejado de tronar y parece que se pudiera escuchar el roce de los soldados alemanes sobre el fango, reptando sobre la tierra de nadie.

No soy ese soldado, pero ¿Qué hago aquí, observando este escenario de tragedia y sintiendo lo que le pasa a ese soldado francés?.

Voces en la trinchera, rumor que se extiende como un incendio, ya están aquí. Sin tiempo para reaccionar, un grito, un soldado aleman salta en la trinchera, preso del terror, y clava su bayoneta en el primer bulto que ve moverse, el soldado francés muere en el acto, la bayoneta le atraviesa el pecho y yo siento su mismo dolor, su incomprensión...

Es mi padre, apenas tengo dos o tres días de vida en el vientre de mi madre, nunca lo conoceré en vida, soy fruto de una noche de pasión y de desesperación, mi madre enfermera voluntaria belga, solo hacía falta saber coser, para poder remendar los cuerpos  destrozados; mi padre soldado francés, victimas de una hecatombe sin sentido que destroza a Europa, solo estuvieron juntos esa noche.

He pasado está última noche de su vida, acompañando a mi padre. Cuando abandona su cuerpo le inunda la turbación y se encuentra perdido en la misma niebla que acompaño su muerte, como él vagan a miles en esta tierra llamada de nadie, donde reina la muerte. He venido a pasar este trance con él, le tomo de la mano y con todo mi amor le acompaño a la luz, para que pueda descansar.

Algunos años después seré yo el que muera trás hundirse una daga en mi pecho, pero esa es otra historia...

Nunca más muertes sin sentido, no más guerras, basta ya de oscuros intereses, egoismos sin freno que causan tanto sufrimiento y dolor. Cuando aprenderan los seres humanos a guiarse por el amor...

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