sábado, 21 de agosto de 2010

El sanador

Al norte de Nueva Francia... soy un joven clerigo en una aldea, apenas un diseminado de casas rodeadas de extensos bosques.

Ansioso ojeo un libro con grabados demoníacos... es un tratado de brujería. En las afueras del poblado vive una joven mulata que realiza prácticas prohibidas...

Le conmino a desechar sus prácticas; despectivamente me expulsa de su triste cabaña... Esa joven es tan hermosa que por un momento parece que me han hechizado sus ojos.

Convenzo a varios hombres del poblado para que me ayuden, pero cuando entramos en la cabaña se quedan petrificados, es como si los embrujara con su mirada. Mientras la increpo y le vuelvo a conminar para que abandone las artes de Satan, yo también comienzo a hechizarme con su mirada, me parece la criatura más hermosa sobre la tierra. Consigo reponerme y forcejeo con ella, amenazandola con detenerla si no cesa en sus prácticas. Con agilidad felina consigue zafarse y huye al bosque, a la profundidad del oscuro bosque.

La sigo buscando durante días pues me llegan noticias de que prosigue con sus malas artes, pero es en vano, conoce cada rincón del inmenso bosque y no encontramos ninguna pista.

Pero una noche se presenta de madrugada en mi casa, se introduce en mi dormitorio y se desnuda ante mi; su cuerpo propio de una escultura de la antigua grecia, su tono de piel casi ebano, sus ojos brillantes me cautivan y no puedo resistirme, mientras me besa y me acaricia se enciende en mi el fuego de una pasión no antes conocida. Hacemos el amor durante toda la noche y ella se regocija en hacerme participar de prácticas sexuales prohibidas, es como si mi sentido estuviera nublado y solo pudiera actuar bajo su dictado, bajo sus desesos.

Sus visitas nocturnas se suceden noche trás noche, mientras por el día me esfuerzo en atraparla para que reciba su castigo, durante la noche me dejo llevar por la locura de dejarme arrastrar por el deseo carnal más salvaje y me entrego a todas sus perversiones...

Comienzo a sentir como me vuelvo loco, siguiendo mi fe durante el día, y a la vez, abrazando la lujuria y la lascivia durante la noche. Antes de que la locura me domine parto a la ciudad y se lo cuento todo a mi superior... me ordena volver pero ahora acompañado de soldados y con una sentencia que cumplir, solo así podré liberarme.

Consiguo apresarla, y en plaza pública contemplo como su hermoso cuerpo es consumido por las llamas, mis lagrimas corren por mi cara como queriendo apagar el fuego que la consume.

La paz no llega... noches sin dormir, sin descanso, debatido entre el deber y mis sentimientos...

Una noche me visita en sueños, me tranquiliza, las visitas se suceden diariamente y comienza a enseñarme el arte de sanar con las manos. Practico con algunos enfermos del poblado.

Consigo serenarme y se despide de mi, siento que tengo que salir del poblado; abandono el ejercicio de mi ministerio y me dirijo a la ciudad, allí me instalo en un sotano y ayudo a los demas con mis manos. Comprendo que tengo que aprender, estudio anatomía, medicina, necesito entender el cuerpo humano y su funcionamiento.

Vivo solo en mi sotano, pasan los años y acuden cada vez más personas y de mas lejos, siempre hay personas esperando frente a mi casa a ser atendidos... mis manos es como si crecieran con el paso de los años.

Aunque despierto recelos, al usar solo las manos y no haber abandonado a la iglesia, nadie se mete conmigo, ya anciano muero en paz...

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