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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

sábado, 22 de enero de 2011

El principiante

Cinco y media de la mañana de un mes de Julio, como otro cualquiera, de hace varios años, en algún lugar de la campiña sevillana. La noche refresca a pesar de que durante el día se alcancen con excesiva facilidad los 40 grados.

Sentado sobre mi zafu (cojín de meditación en japones) frente a la pared, mis piernas cruzadas, la espalda recta, las manos una sobre otra con los pulgares unidos; la postura del despertar. El silencio de la noche es rasgado por el sonido del tractor que fumiga los olivares que nos rodean. Parece el ronquido de la tierra mientras dormita aún, recorre las hileras de olivos aumentando el sonido conforme se acerca al monasterio, en un ritmo cíclico casi perfecto.

Apenas llevo unos minutos y ya me duelen las piernas, siempre me duelen las piernas, igual que me duele el alma. Sentado solo frente a la pared, aunque haya decenas de personas junto a mi en el Dojo (Lugar de meditación en japones, traducción literal, lugar donde se práctica la via), cada una frente a su trozo de pared, cada una sola, en silencio, escuchando tan solo el sonido de su respiración, el ronquido de la tierra en forma de tractor, y algún pajarillo madrugador.

El silencio reina en el dojo, para encontrar el silencio en nuestro interior, solos y todos a la vez ayudandonos a conocernos, a poder observar nuestras pasiones, nuestros miedos, la ilusión en la que hemos convertido nuestra vida. Alli frente a mi pared, entumecido por el sueño y el dolor me pregunto que busco, porque quiero despertar, ¿Quien me hizo creer que estaba dormido?. Hoy mientras medito frente a la pared de mi casa, sin nadie al lado meditando, solo frente a mi pared, aunque se que me acompañan todas las existencias del mundo, ya no busco despertar, tan solo me gustaría descansar, y comprendo que cuando deje de buscar lo encontraré todo y no tendré necesidad de descansar de nada, porque la vida dejará de ser una lucha.

Incluso a veces consigo olvidarme de que estoy meditando, sentir mi mente en paz y solo estar sobre el cojín. A diferencia de hoy en día, que cambio de postura para evitar el dolor, aquel mes de julio, aguantaba el dolor hasta que se hacía insoportable, después intentaba cambiar de postura con el mayor silencio posible, el ambiente del dojo en completo silencio hacía que solo el roce de las ropas se escuchara en la sala.

Esa mañana el maestro no hablaba, no pronuncio ningún kusen (enseñanza), me pregunto si tendría sueño tambien, seguramente pues es humano como nosotros, aunque no siempre hablaba e igual no lo consideró oportuno. Cuando hablaba se me hacían más llevaderas las meditaciones, no puedo negar que me distraía, mi mente se distraía del dolor de la postura.

Varios años después la actitud intento que sea la misma para no perder el espíritu del principiante, y no caer en la vanidad tan propia del ser humano de creer que ya se algo, mantener ese espíritu de descubrimiento y estar abierto a todo lo que acontece.

Os recomiendo el libro Mente zen, mente de principiante

Y si quereis conocer el lugar Monasterio

2 comentarios:

Luz del Viento dijo...

Muy bueno, de hecho Krishanamurti es uno de mis referentes y una de las personas que me ha hecho más descubrirme a mi mismo. Las enseñanzas de Krisnahmurti resuenan en mi interior como el eco en las montañas. Gracias por tu comentario.

Luz del Viento dijo...

Me parece muy interesante tu blog sobre Krishnamurti. Gracias por poner el enlace