miércoles, 26 de enero de 2011

Leer el Tarot

Los arcanos (Cartas) del Tarot tienen infinitos significados, dependiendo de la consulta, de la posición de las cartas, de la personalidad del consultante (Cultura, nivel de estudios, sexo, edad, profesión, físico, familia, etc.) y del tarotista.
La virtud de un buen tarotista es transcender sus propios esquemas mentales, es decir, vaciar su mente de sus prejuicios y concepciones propias sobre la vida y el mundo. Para dejar que sea el propio mensaje simbólico de los arcanos el que le hable, mostrandole el universo personal del consultante.
Soy partidario de que el consultante sea el que baraje las cartas y las posicione sobre el tapete, para que sea su energía la que impregne la baraja; pues es a él a quien le afecta el problema o tema de la consulta y es a él a quien le concierne exclusivamente su resolución, tomando nuestra lectura como valida o no. Y si además conseguimos, con preguntas objetivas, que sea el consultante el que guíe la lectura, mayor grado de acierto y fiabilidad tendrá la misma, siendo más enriquecedora para el consultante y el tarotista. Está claro que en las consultas a distancia no es posible que el consultante baraje las cartas, por lo que mayor esfuerzo y enfasis debemos de poner en vaciar nuestra mente para pode conectar adecuadamente con la energía del consultante para que sea está la que se exprese a través de nuestras manos.
Muchos tarotistas utilizan la videncia o clarividencia en el desempeño de su labor, no poniendo, en ningún momento, en duda la gran utilidad de este apoyo; a mi personalmente me gusta escuchar primero el mensaje del universo mágico y simbólico de los arcanos, para después hacer intervenir mi intuición, con la intención de no desvirtuar con mis propias ideas el mensaje autentico del inconsciente del consultante. Pienso que si plasmamos primero nuestra videncia y después nos apoyamos en las cartas, convertimos a estas en un simple reflejo de nuestra mente, con el consiguiente riesgo de proyección que esto implica.
Y siempre debe prevalecer el criterio y la opinión del consultante y nunca intentar convencerlo del contenido de nuestra lectura y mucho menos de posibles sucesos futuros o de posibles actuaciones de terceras personas sobre las que no tenemos ninguna evidencia, por muy videntes que seamos. Pues de todos es sabido lo sugestionable e influenciable que es la mente humana.



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