No le resultaba conocido aquel bar, pero le gustaba su
decoración tipo taberna irlandesa, estaba abarrotado de personas que mantenían
conversaciones animadas; le extrañaba que no les distinguiera bien sus caras,
pero no le dio importancia; más bien le preocupaba que no pudiera encontrar una
mesa en la cual sentarse, necesitaba descansar y relajarse un poco.
En ese momento, como por arte de magia, vislumbro una mesa
vacía en un rincón apartado del bar, lejos del bullicio reinante en su
interior. La mesa estaba junto a la pared y tenía un banco almohadillado en
forma de esquina. Se sentó con evidente satisfacción, se sentía muy cómoda en
ese lugar.
En ese momento se dio cuenta que llevaba un elegante vestido
negro de noche, con tirantes, terminado en un ligero vuelo justo por encima de
sus rodillas. Se sorprendió de no llevar ropa interior, pero se sentía tan bien
que desestimó ese pensamiento tan rápidamente como se deshacían las volutas del
cigarrillo que acababa de encender.
“¿Donde estará el camarero?”, le apetecía tomarse un café
que le ayudara a despejar sus ideas, pues aunque se encontraba bien no
conseguía despejar un cierto embotamiento de su mente; el café la ayudaría.
De pronto, casi por sorpresa apareció el camarero ante ella;
no podía creerlo; era alto, moreno, pelo corto; parecía un galán salido de una
película en blanco y negro, de esos de apariencia arrebatadora de caballero.
Vestía un pantalón negro con tirantes, pero lo que era más extraño, no llevaba
camisa sino que los tirantes cubrían únicamente su torso desnudo y musculoso.
“Dios mío, que peazo de tío, está para comérselo”, el camarero le había hablado
y parecía que ligeramente inclinado hacia ella esperaba una respuesta; con
trabajo salió del estupor y pudo articular –Café-, -¿Sólo o con leche,
señorita?-, a sus 40 años recién cumplidos le sonó a gloria que el camarero,
que debía rondar la treintena le hablará de señorita. Le costó responder: -Con
leche, por favor-.
Miro a su alrededor mientras el camarero se alejaba con un
ligero contoneó, mostrando un trasero digno de una escultura griega, no podía
dar crédito, “¿Se habría metido en un pub gay?”. Pero la clientela a su
alrededor era de lo más normal; había algo raro en todo aquello, no recordaba
cómo había llegado a ese bar ni que tuviera un vestido como el que llevaba
puesto y mucho menos nunca salía sin ropa interior. Absorta en sus pensamientos
no se percató de que el camarero depositaba una taza de humeante taza de café
con leche delante de ella. El aroma del café la hizo volver a la realidad para
ver el rostro sonriente del camarero frente al suyo, demasiado cerca.
Se sintió embelesada por sus ojos miel y sus largas pestañas
que parecían sonreír al unísono con sus labios; su mente parecía decirle que el
movimiento de sus labios se había traducido en palabras pero que le costaba
escuchar, -¿Desea algo más?-. -¿Cómo dice?- respondió ella sin saber muy bien
de que estaba hablando.
-Le decía que si desea algo más, ¿Qué si puedo hacer algo
más por usted?- pronuncio esas palabras acercando tanto su rostro al de ella,
que le pareció que podía oler el aroma de su piel, sus pituitarias enviaban una
explosión de feromonas a su cerebro que hizo que una onda de deseo recorría todo
su cuerpo, erizando su piel.
Completamente turbada se escucho decir: -Me apetecería un
poco de sexo oral-. “Pero ¡Qué digo!, estoy loca, esto no puede estar
pasándome”, mientras reflexionaba sobre lo que acababa de de decir, el camarero
rodeó la mesa, arrodillándose delante de ella, a la vez que tomaba uno de sus
pies y lo ponía sobre el sillón,
introducía su cara entre sus piernas, comenzando a besar con sus cálidos y
carnosos labios el interior de sus muslos. No podía estar pasándole eso, cerró
los ojos entreabriendo más sus piernas para que el pudiera acceder mejor a su
divino tesoro, cuando sus labios tocaron los suyos, estos ya estaban húmedos y
sintió que solo deseaba una cosa.
Mientras le besaba con extremada delicadeza los labios de su
vagina, su respiración iba agitándose, sintiendo como su sexo se abría como una
flor; sus gemidos brotaban con voluntad propia a través de su boca. En ese
momento abrió los ojos y cayó en la cuenta de donde estaba, un sentimiento de
vergüenza la hizo mirar a su alrededor, para su sorpresa aunque algunos
parroquianos la miraban no parecían sorprendidos, sino que tenían una expresión
normal. Reparó en su taza de café humeante, se la llevo a sus labios y justo a
la vez que él empezó a lamer su clítoris, el sabor cálido del café se esparcía
por su boca, pareciéndole el más sensual que había tomado en su vida.
Intentó mantener el café en su boca, pero el placer
provocado por la insistente presión de la lengua en su clítoris, mientras este
aumentaba de tamaño endureciéndose, la hizo gemir con fuerza, consiguiendo
apenas tragar el café; sus labios estaban empapados de café y una gota se deslizaba por la comisura derecha de su
boca. Su cuerpo comenzó a arquearse apretando su cabeza la pared, sus gemidos
cada vez eran más sonoros. Sus caderas se movían espontáneamente mientras la
lengua recorría su sexo y los labios de él besaban y succionaban sus labios
exteriores.
El calor subía por todo su cuerpo haciendo enrojecer su
rostro, levanto sus brazos agarrándose
con fuerza a la repisa que había sobre ella; se retorcía de placer
mientras él alternativamente, unas veces introducía su lengua en su vagina con
movimientos rítmicos y otras veces acariciaba su clítoris con la legua mientras
jugueteaba con los dedos en la vagina. Sentía la proximidad del orgasmo y sus gemidos se
convirtieron en gritos, su flujo vaginal corría entre sus piernas, fruto de su
enorme excitación, inundando su ano y su entrepierna; él restregaba su cara
entre sus piernas llenando su rostro de ella.
Él comprendió que era el momento de provocar el orgasmo,
aunque hubiera podido estar alargándolo eternamente, pero ella se sentía
desfallecer y necesitaba liberar su energía sexual. Justo en el momento en que su clítoris empezó a cabalgar
produciendo ondas que se extendían desde los músculos de su vagina hasta su
pecho, un rayo de energía ascendió desde su sexo, por su abdomen hasta su pecho
abriéndolo como una flor. Ya no era solo el clítoris el que cabalgaba sino toda
la musculatura de su abdomen hasta el diafragma, sintió dolor en su pecho y en
ese momento la energía del orgasmo ascendió por su garganta, provocando un
grito brutal acompañado de un espasmo en todo su cuerpo, mientras le parecía
que se abría la parte superior de su cabeza.
Abrió los ojos e incorporándose no podía creer lo que estaba
viendo; mientras su cuerpo se retorcía de placer y su boca gritaba con cada
impulso de su orgasmo, se agarraba a las sabanas, apretándolas con fuerza hasta
sentir que se clavaba las uñas en la palma de sus manos. “! No hay nadie entre
mis piernas abiertas!, pero siento el calor de una boca en mi sexo, unos labios
que succionan y unos dedos que penetran mi vagina y mi ano”. Quiso razonar pero
una oleada de un orgasmo aún más intenso la hizo cerrar de nuevo los ojos
dejándose caer sobre la cama, las oleadas de orgasmos eran cada vez más
intensas, perdió el control de lo que sucedía y durante un tiempo que le
pareció una eternidad, solo pudo poner todo su ser en el placer que
experimentaba. El placer que experimentaba era tan intenso que empezó a sentir
dolor en los riñones y la cabeza parecía que le iba a explotar.
Aunque sintió que él se retiraba de entre sus piernas
continuó unos minutos más corriéndose mientras se retorcía y giraba sobre la
cama. Le pareció escuchar que la puerta del dormitorio se cerraba. Abrió los
ojos, estaba en su habitación,”Había sido un sueño entonces, pero fue tan
real.” Dudo unos instantes,” He abierto los ojos, pero aunque me parecía que no
había nadie sentía alguien entre mis piernas, sentía sus labios, su lengua, sus
dedos.” Se estremeció con el recuerdo, “Que sueño más raro. Un momento, he
escuchado cerrarse la puerta”, miro la puerta, se sorprendió que estuviera
cerrada, a ella le gustaba dormir con la puerta abierta.
Se incorporo de la cama, a duras penas consiguió mantenerse
en pie por el temblor de sus piernas, apoyándose en los muebles se dirigió a la
puerta, la abrió. Sintió miedo, -¿Hay alguien ahí?- grito en el silencio de la
noche. El resto de la casa estaba a oscuras y en completo silencio; avanzo
lentamente encendiendo las luces, su corazón golpeaba con fuerza su pecho
latiendo vertiginosamente. Recorrió la casa sin encontrar a nadie, reviso la
puerta la llave estaba echada, las ventanas cerradas, no había podido entrar
nadie. “Me estoy volviendo loca, solo ha sido un sueño”, pensó.
Se calentó una taza de café de la tarde anterior, esta no
olía ni sabía como la del sueño; no pudo terminarla, se encontraba
terriblemente cansada y mañana tenía que trabajar. Era hora de volver a
acostarse. Todavía conmocionada al acercarse a la cama se sorprendió como las
sabanas moradas tenían un gran cerco blanco, “Evidentemente me lo he pasado de
cine yo sola por la cantidad de flujo que he echado”. Se disponía a acostarse
cuando reparó en otra mancha que estaba al otro lado de la cama de matrimonio
donde ella dormía, parecía como un círculo blanco.
Al acercarse más a ella, abrió los ojos como platos y dio un
grito mientras se llevaba la mano a la cara. Era un corazón dibujado con su
flujo vaginal. –No puede ser, no puede ser, no puede ser-, repetía en voz alta,
-¿Quién ha estado aquí?- gritó llena de terror e incomprensión. Justo en ese momento
sintió un beso en su mejilla…
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