Soy la más bella del harén, la preferida del Califa, la envidia de todas las demás...
Un día descubro a un joven observandome a escondidas, es el hijo mayor; me visita a menudo. Nos enamoramos, intentamos mantenerlo en secreto pero pronto su padre nos descubre. A mi no me pasa nada pero a él lo encierra en las mazmorras de palacio, en la más profunda oscuridad, condenandolo a una muerte segura.
Consigo escabullirme del harén y desciendo a las mazmorras, convenzo a sus guardianes para que lo liberen, a cambio me entrego a ellos, desahogan sus mas bajos instintos con brutalidad...
Al poco el Califa descubre lo ocurrido, decapita a los guardianes y a mi me condena a recibir mil latigazos. El mismo aplica el castigo, el dolor es insoportable, me desmayo, pero a pesar de eso el latigo continua lacerando mi espalda, desahoga toda su rabia sobre mi... Cuando cesa exhausto, mi cuerpo ya no alberga vida.
La noticia de la ocurrido llega hasta mi amado, una noche se introduce en palacio y asesina a su padre y ocupa su puesto. Pero el dolor lo domina, pasa los días sumido en la melancolia desatendiendo el gobierno, poco a poco el reino se va resintiendo de su desidia, comienzan las intrigas...
Empiezo a visitarlo en sueños, poco a poco consigo que me escuche, le digo un nombre y una dirección.
Después de mucho pensarselo, se dirige de incognito a la medina, deambula por las callejuelas del zoco, hasta detenerse delante de una tienda, una mujer anciana vende hierbas y preparados, al verlo le hace pasar a la trastienda. Se sienta frente a él, y le hablo a través del cuerpo de la mujer, las lagrimas recorren las mejillas de ambos,; le hago saber que estoy bien y que no debe desatender los asuntos de palacio, que debe ser un gobernante honrado y justo.
Se aplica a los asuntos del reino con entera dedicación, anteponiendo el interés de su pueblo, morira de anciano como un venerado gobernante...
domingo, 28 de noviembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
El aviador
Me da miedo volar en avión, bueno en realidad como le decía a Cris este fin de semana en el ascensor de la torre Eiffel, me da miedo separarme del suelo por cualquier medio mecanico; en realidad la única forma que existe de separarnos del suelo, mientras no aprendamos a volar, cosa que creo que parece poco probable jajaja.
Bueno pues en serio me da miedo el avión, pero como no queda más remedio me aguanto. Durante los ocho meses que estuve iendo a Barcelona pues lo pase regular y decidí hacerme a mi mismo una regresión sobre ese tema y este es el resultado:
"Desde pequeño veo a los aeroplanos aterrizar y despeguar, son fragiles aparatos, inestables y muy sensibles al viento. Ayudo a mi padre en su trabajo en el aerodromo, me fascinan esos aparatos que se elevan en el aire y se pierden de mi mirada, deseo pilotar uno con todas mis fuerzas, pero el hijo de un simple empleado nunca podrá aspirar a pilotar uno, solo los ricos pueden darse ese capricho.
Cumplo 18 años, la fuerza aerea es una oportunidad para mí, solo gracias a mis conocimientos de mecanica y a mi experiencia en el aerodromo junto a mi padre se me permite entrar.
Después de un periodo de formación, en el que destaco, consigo volar. La movilización me sorprende, vientos de guerra recorren Europa. Me destinan a Francia.
Sobrevuelo las trincheras, lanzamos bombas de gas, a veces desciendo tanto que puedo ver a esos desgraciados retorcerse agonizando por los gases toxicos. Me apunte a la aviación para volar no para matar.
De vez en cuando hay encuentros con pilotos alemanes, nuestros fragiles aeroplanos estan muy expuestos al fuego enemigo, basta una rafaga de ametralladora para derribarnos. Disfruto en ese juego del gato y del ratón. Cuando alguien se situa en tu cola es muy difícil escapar, pero yo lo suelo hacer. Soy uno con el avión.
Todos conocen su avión rojo, no se esconde con colores de camuflaje, se exhibe conocedor de su leyenda. Cuando volvemos de una misión sobre los campos de batalla, nos sorprenden los pilotos alemanes, tengo un avión rojo en la cola, no puedo zafarme de él, las rafagas pasan a mi alrededor, mi avión comienza a echar humo, las balas me atraviesan, desciendo sin control; la campiña francesa es mi última visión antes de estrellarme..."
La verdad es que el miedo a volar no se me ha quitado, pero si se ha reducido, y tampoco me esperaba recordar una vida así, hay que tener en cuenta que para que el trabajo sea profundo es importante que te lo realize un terapeuta, para que limpie bien la vida. Las regresiones espontaneas ayudan a entender cosas pero siempre se quedan en un plano más superficial.
Bueno pues en serio me da miedo el avión, pero como no queda más remedio me aguanto. Durante los ocho meses que estuve iendo a Barcelona pues lo pase regular y decidí hacerme a mi mismo una regresión sobre ese tema y este es el resultado:
"Desde pequeño veo a los aeroplanos aterrizar y despeguar, son fragiles aparatos, inestables y muy sensibles al viento. Ayudo a mi padre en su trabajo en el aerodromo, me fascinan esos aparatos que se elevan en el aire y se pierden de mi mirada, deseo pilotar uno con todas mis fuerzas, pero el hijo de un simple empleado nunca podrá aspirar a pilotar uno, solo los ricos pueden darse ese capricho.
Cumplo 18 años, la fuerza aerea es una oportunidad para mí, solo gracias a mis conocimientos de mecanica y a mi experiencia en el aerodromo junto a mi padre se me permite entrar.
Después de un periodo de formación, en el que destaco, consigo volar. La movilización me sorprende, vientos de guerra recorren Europa. Me destinan a Francia.
Sobrevuelo las trincheras, lanzamos bombas de gas, a veces desciendo tanto que puedo ver a esos desgraciados retorcerse agonizando por los gases toxicos. Me apunte a la aviación para volar no para matar.
De vez en cuando hay encuentros con pilotos alemanes, nuestros fragiles aeroplanos estan muy expuestos al fuego enemigo, basta una rafaga de ametralladora para derribarnos. Disfruto en ese juego del gato y del ratón. Cuando alguien se situa en tu cola es muy difícil escapar, pero yo lo suelo hacer. Soy uno con el avión.
Todos conocen su avión rojo, no se esconde con colores de camuflaje, se exhibe conocedor de su leyenda. Cuando volvemos de una misión sobre los campos de batalla, nos sorprenden los pilotos alemanes, tengo un avión rojo en la cola, no puedo zafarme de él, las rafagas pasan a mi alrededor, mi avión comienza a echar humo, las balas me atraviesan, desciendo sin control; la campiña francesa es mi última visión antes de estrellarme..."
La verdad es que el miedo a volar no se me ha quitado, pero si se ha reducido, y tampoco me esperaba recordar una vida así, hay que tener en cuenta que para que el trabajo sea profundo es importante que te lo realize un terapeuta, para que limpie bien la vida. Las regresiones espontaneas ayudan a entender cosas pero siempre se quedan en un plano más superficial.
jueves, 18 de noviembre de 2010
La puta
Esta vida la he recordado dos veces, la 1ª vez espontáneamente y la 2ª vez durante el curso de regresiones, ampliándola un poco, y con el tema de porque no me permitía ser querido o algo así.
" Mi madre ha muerto, somos muy pobres. Soy muy niña aún, no entiendo porque me ha abandonado, tengo varios hermanos, mi padre me lleva a una casa a servir, es casi una venta, no volveré a ver a mi familia nunca más. Limpio la casa y cuido de unos niños, solo un poco más pequeños que yo.
Pasan los años me convierto en una adolescente muy atractiva, sigo en la misma casa; una noche el señor se introduce en mi cama, me fuerza, aunque me da asco le dejo hacer. Las visitas nocturnas continúan, una noche la señora nos descubre. A la mañana siguiente me echa de la casa diciéndome que soy una puta, no entiendo nada, era él el que abusaba de mi.
Vago por las calles, tiempo después, al pasar por delante de un burdel me digo, "Que más da no soy una puta." y entro.
Al tiempo me veo alternando en el bar, todos quieren acostarse conmigo, soy la más bella del local, la barra la atiende un muchacho rubio, me cae bien pero nada más. Hay un grupo de hombres son muy desagradables y soeces, por suerte otro hombre me ofrece más dinero y les muestro mi desprecio, yo solo me acuesto con quien me apetece, les digo.
Ese hombre sale del cuarto y mientras me visto irrumpen el grupo de hombres que desprecié, se abalanzan sobre mi y me cubren la cara con la almohada para ahogar mis gritos, me violan salvajemente, me asfixio.
De pronto veo mi cuerpo y los hombres sujetándome y violandome todavía. Estoy confusa... al poco entiendo, la almohada de mi cara me ha producido la muerte por asfixia. Terminan y se van, ni siquiera se han dado cuenta de mi muerte.
Veo al chico de la barra, esta llorando junto a mi cuerpo, mientras me acaricia el cabello se culpa por no haberse dado cuenta, por no haberlo evitado. Me quería y se arrepiente de no habérmelo dicho...
No me había dado cuenta de sus sentimientos, no me consideraba merecedora de que alguien me quisiera. Asciendo hacia la luz."
lunes, 8 de noviembre de 2010
El ermitaño
Soy de una aldea de pescadores junto al mar de la china, juego con una niña, crecemos, me dedico a la pesca como todos, de jovenes nos hacemos novios, estamos enamorados.
Se prepara una invasión, barcos recorren la costa reclutando marineros a la fuerza, me llevan con ellos. Todo el horizonte está cubierto por barcos de guerra, las tropas son diezmadas en tierra. Algunas naves consiguen salvarse de la derrota.
Me liberan y puedo volver a mi aldea. Al llegar la veo sobre el acantilado que domina la aldea, como cada día otea el mar esperando mi incierta vuelta. Me dirijo allí y la sorprendo, presos de alegría nos abrazamos y bailamos al borde del acantilado. De pronto la tierra cede bajo sus pies, se me escapa de mis brazos y cae al abismo, intento agarrarla y pareciera que mis brazos se estiran en pos de ella, pero es inutil. Yace sin vida contra las rocas.
Estoy desolado, me culpan de su muerte, no creen que sea un accidente, me insultan. Hundido abandono la aldea, me dirijo al interior vagando por extensos bosques, durante meses me alimento de lo que encuentro.
Un día encuentro un ermitaño, vive en una oquedad en la roca, me acerco a él, permanece en silencio y no me habla, le pregunto si puedo quedarme con él. No responde.
Pasan los días, permanezco con él. Me permite aprender. Nos sentamos cara a la pared, hacemos ejercicios en pareja como de artes marciales, recogemos nuestro alimento del bosque, pero los campesinos que respetan al maestro tambien nos traen comida.
La pena desaparece, me siento bien, feliz. Una imagen se repite durante años, me veo observando la lluvia que chorrea sobre la roca como una cascada en entrada de la oquedad. Apenas tenemos sitio en su interior para resguardarnos del agua.
Un día unos jinetes se acercan, son guerreros vestidos como samurais, son arrogantes y prepotentes, debemos cuidarnos de ellos, después de un rato se marchan.
El maestro muere, entierro su cuerpo, durante horas contemplo su tumba, no siento pena, me enseño todo lo que sabia y yo le ofrecí mi respeto, y ahora continuo mostrandoselo.
Soy un anciano, camino por un poblado, me siento raro después de tantas decadas sin ver tanta gente. Me alojan en una casa noble, soy venerado. De pronto una chica muy angustiada se arrodilla ante mi y entre lagrimas me pide que la ayude. No quiere casarse con el hombre con el que han fijado su boda. Solo le digo que haga lo que le dicte su corazón.
Cuando le comunica su negativa a su pretendiente, samurai, este herido en su orgullo desenvaina su espada y le corta la cabeza. Preso de ira entra en mi habitación, me hiere de muerte en el vientre y a continuación me corta la cabeza de un tajo.
Veo mi cabeza rodar por el suelo, no entiendo que ha pasado, al rato veo toda la escena, me domina la culpa, esa chica ha muerto por mis palabras. Mientras asciendo a la luz estoy dominado por esa angustiosa culpa. Por fin descanso.
Se prepara una invasión, barcos recorren la costa reclutando marineros a la fuerza, me llevan con ellos. Todo el horizonte está cubierto por barcos de guerra, las tropas son diezmadas en tierra. Algunas naves consiguen salvarse de la derrota.
Me liberan y puedo volver a mi aldea. Al llegar la veo sobre el acantilado que domina la aldea, como cada día otea el mar esperando mi incierta vuelta. Me dirijo allí y la sorprendo, presos de alegría nos abrazamos y bailamos al borde del acantilado. De pronto la tierra cede bajo sus pies, se me escapa de mis brazos y cae al abismo, intento agarrarla y pareciera que mis brazos se estiran en pos de ella, pero es inutil. Yace sin vida contra las rocas.
Estoy desolado, me culpan de su muerte, no creen que sea un accidente, me insultan. Hundido abandono la aldea, me dirijo al interior vagando por extensos bosques, durante meses me alimento de lo que encuentro.
Un día encuentro un ermitaño, vive en una oquedad en la roca, me acerco a él, permanece en silencio y no me habla, le pregunto si puedo quedarme con él. No responde.
Pasan los días, permanezco con él. Me permite aprender. Nos sentamos cara a la pared, hacemos ejercicios en pareja como de artes marciales, recogemos nuestro alimento del bosque, pero los campesinos que respetan al maestro tambien nos traen comida.
La pena desaparece, me siento bien, feliz. Una imagen se repite durante años, me veo observando la lluvia que chorrea sobre la roca como una cascada en entrada de la oquedad. Apenas tenemos sitio en su interior para resguardarnos del agua.
Un día unos jinetes se acercan, son guerreros vestidos como samurais, son arrogantes y prepotentes, debemos cuidarnos de ellos, después de un rato se marchan.
El maestro muere, entierro su cuerpo, durante horas contemplo su tumba, no siento pena, me enseño todo lo que sabia y yo le ofrecí mi respeto, y ahora continuo mostrandoselo.
Soy un anciano, camino por un poblado, me siento raro después de tantas decadas sin ver tanta gente. Me alojan en una casa noble, soy venerado. De pronto una chica muy angustiada se arrodilla ante mi y entre lagrimas me pide que la ayude. No quiere casarse con el hombre con el que han fijado su boda. Solo le digo que haga lo que le dicte su corazón.
Cuando le comunica su negativa a su pretendiente, samurai, este herido en su orgullo desenvaina su espada y le corta la cabeza. Preso de ira entra en mi habitación, me hiere de muerte en el vientre y a continuación me corta la cabeza de un tajo.
Veo mi cabeza rodar por el suelo, no entiendo que ha pasado, al rato veo toda la escena, me domina la culpa, esa chica ha muerto por mis palabras. Mientras asciendo a la luz estoy dominado por esa angustiosa culpa. Por fin descanso.
Echar el tarot
Ayer tarde estuve en una velada de tarot, un grupo de amigas bastante sensibles se reunen con relativa frecuencia para compartir inquietudes, alegrías y sin sabores, armadas con sus respectivas barajas de Tarot.
Barajas de todo tipo, de diferentes dibujos y tamaños, se convierten en excusa y centro de esas reuniones; durante las que se cimenta una amistad sincera y llena de camaradería entre las asistentes habituales.
He tenido la suerte de participar en esos encuentros llenos de magia y amistad, gracias a la invitación de mi actual pareja, cumpliendo lo que le dije cuando la conocí, que había venido a abrirme puertas, lo que no podía imaginar entonces es que la mayor puerta que iba a abrir era la de mi corazón.
La reunión de ayer fue de lo más gratificante, aunque termino un poco intespectivamente por un tema personal; y como siempre las risas iniciales se tornaron en seriedad, no exenta de alguna broma, cuando al igual que un grupo de tahures de un salon del oeste, alguien hace un envite y desenfundamos nuestras barajas, no con intención de jugar al poker, sino con la sana intención de ayudarnos los unos a los otros, iluminando un poco nuestras ilusiones.
Diferentes barajas, diferentes criterios de lectura, diferentes formas de colocar las cartas coexisten pero simpre con la intención de aportar, aprender y no competir, ni rivalizar.
Siempre me pregunto si al echar las cartas de una forma un poco desenfada no estaremos jugando con fuego, siempre preguntandonos sobre el futuro; sin embargo me parece una apreciación precipitada fruto del juego de la mente siempre dispuesta a emitir juicios de valor. Más cuando se advierte la buena voluntad de las tarotistas y la seriedad de sus tiradas, a pesar de que la mayoria se consideré aficionada.
Por mi parte, siguiendo la escuela de Jodorowsky, siempre intento centrar mis tiradas en el presente, que las cartas le hablen a esa persona desde el aquí y ahora, como un espejo que le permita comprenderse mejor y entender las circunstancias de su vida. Eso no significa que no crea conveniente hablar del futuro pues este no es más que una consecuencia de nuestro presente.
De todas formas siempre es importante ser conscientes de que anticipar el futuro siempre modifica este y que predecirlo a personas muy sugestionables puede convertir esa predicción en una orden incosciente, pero bueno eso ya es entrar en disquisiciones metafísicas...
Barajas de todo tipo, de diferentes dibujos y tamaños, se convierten en excusa y centro de esas reuniones; durante las que se cimenta una amistad sincera y llena de camaradería entre las asistentes habituales.
He tenido la suerte de participar en esos encuentros llenos de magia y amistad, gracias a la invitación de mi actual pareja, cumpliendo lo que le dije cuando la conocí, que había venido a abrirme puertas, lo que no podía imaginar entonces es que la mayor puerta que iba a abrir era la de mi corazón.
La reunión de ayer fue de lo más gratificante, aunque termino un poco intespectivamente por un tema personal; y como siempre las risas iniciales se tornaron en seriedad, no exenta de alguna broma, cuando al igual que un grupo de tahures de un salon del oeste, alguien hace un envite y desenfundamos nuestras barajas, no con intención de jugar al poker, sino con la sana intención de ayudarnos los unos a los otros, iluminando un poco nuestras ilusiones.
Diferentes barajas, diferentes criterios de lectura, diferentes formas de colocar las cartas coexisten pero simpre con la intención de aportar, aprender y no competir, ni rivalizar.
Siempre me pregunto si al echar las cartas de una forma un poco desenfada no estaremos jugando con fuego, siempre preguntandonos sobre el futuro; sin embargo me parece una apreciación precipitada fruto del juego de la mente siempre dispuesta a emitir juicios de valor. Más cuando se advierte la buena voluntad de las tarotistas y la seriedad de sus tiradas, a pesar de que la mayoria se consideré aficionada.
Por mi parte, siguiendo la escuela de Jodorowsky, siempre intento centrar mis tiradas en el presente, que las cartas le hablen a esa persona desde el aquí y ahora, como un espejo que le permita comprenderse mejor y entender las circunstancias de su vida. Eso no significa que no crea conveniente hablar del futuro pues este no es más que una consecuencia de nuestro presente.
De todas formas siempre es importante ser conscientes de que anticipar el futuro siempre modifica este y que predecirlo a personas muy sugestionables puede convertir esa predicción en una orden incosciente, pero bueno eso ya es entrar en disquisiciones metafísicas...
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