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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

domingo, 30 de abril de 2017

La vieja del bosque. Relato erótico/esotérico

Hubo un frondoso bosque mediterráneo de encinas y quejigos en donde moraba una anciana. Aunque era de un pueblo cercano, la mujer siempre había gustado de las soledades de la serranía caliza y de vibrar con la música que emanaba del bosque. Los más viejos del pueblo ya no alcanzaban a recordar cuando nació esa mujer y si ya era mayor cuando la conocieron. Sin embargo ella se conservaba con la prestancia y la energía de una mujer, que no había superado en exceso los 60; a pesar de que muchos insinuaban que podría superar los 100 años, ella se reía de las habladurías y achacaba su excelente estado, falto de achaques, a su vida en la selvática floresta desde su juventud, al cuidado de sus cabras.
Su bosque estaba cercado de torcales, formaciones calizas producto del milenario trabajo del viento y del agua, donde es difícil orientarse. Las agrestes y afiladas rocas mantenían una lucha sin cuartel con la flora por ocupar el espacio físico, las raíces de centenarios arboles echaban pulsos con los bloques de roca, introduciéndose por grietas de profundidad desconocida. Por supuesto existía un sendero, que unía las dos vertientes de dicha sierra y que era muy transitado por los que todavía necesitan subir al monte para subsistir. En estas últimas décadas una nueva especie de homo sapiens, por lo menos en estos lares, el senderista, se había encargado de mantener esa trocha en activo; encontrándose en numerosas ocasiones con la venerable anciana, que a la par que aumentaba el número de excursionistas, se mostraba más lozana y fresca.
Adentrémonos en su mundo para indagar si realmente existe algún secreto en su forma de vida, por todos reconocido que es tremendamente austera; a esto hay que añadir algunas malas lenguas que no pueden resistirse a decir, que mujer sola, mujer ligera.
La anciana vive en un cortijo del siglo XIX o anterior, hecho de piedra y argamasa con sus paredes encaladas, rutinariamente cada verano. De todos es sabido que esta construcción atenúa el frio en invierno y el calor en verano. Dispone de un pozo que acumula el agua de lluvia recogida ingeniosamente mediante canalizos bajo las tejas del tejado. Para una persona está bien, para beber, cocinar y un ligero aseo. Para los estándares de la vida moderna el pozo no duraba una semana. Pero nuestra protagonista es espartana en su forma de vivir y no parece que le haya ido mal. El cortijo o cortijillo consta de una estancia con chimenea, donde cocina y que además sirve de salón-dormitorio, pues tiene una mesa con varias sillas y un camastro en la pared opuesta a la chimenea; aledaña hay una habitación almacén-leñera con acceso exterior y desde la principal. La leñera da a un patio pequeño al que también da un establo para las cabras, como ya dijimos su día a día le lleva de acá para allá con su rebaño de cabras; de la que extrae leche para su consumo y para hacer quesos que vende en el pueblo. Con ese dinero consigue otros lujos como legumbres, pan, jabón, etc.
Dichosa la anciana no necesita nada más mientras no le falten las visitas de mozos o de no tan mozos por su morada. Y no penséis que es por lascivia, que aunque de eso también ahí, el motivo principal es aprovechar la energía que el macho del ser humano desperdicia en cada orgasmo.
Pero expliquemosnos, siendo joven y a la vez hermosa, en uno de sus devaneos en pos de su rebaño, pues su padre era pastor y en aquellos lejanos tiempos era normal que los hijos también lo fueran; cómo íbamos diciendo, andando por esas resecas piedras calizas rodeadas de un mar de simas se encontró a una anciana, bastante desarrapada por cierto, que parecía estar más cercana a abandonar este mundo que otra cosa. La chica de natural bondadosa se ofreció a acompañarla a su cabaña, allí no había nada especial y ella pensando en sus cabras dijo de marcharse; la anciana la tomó de las manos, ella se asustó pues le recordaba a las brujas de los cuentos, si, a esas que se comen a los niños.
La anciana la cogió con una fuerza que le pareció imposible de vencer y le dijo que si quería que le enseñara sus secretos. ─ ¿Secretos? ─pregunto ella en voz alta─, ¿Qué secretos?
─A vivir sin hombres niña y a mantenerte fuerte y sana, el secreto de la eterna juventud; bueno en realidad no es eterna niña ─le dijo la anciana─, ya me ves aquí a punto de espicharla.
Nuestra joven estaba asustada por lo escuchado y sólo pensaba en salir de allí. Antes de partir la anciana le dijo─: tráeme algún hombre de vez en cuando con tus encantos y yo te enseñaré la auténtica libertad.

Pasaron semanas, y nuestra joven había olvidado por completo a la anciana bruja; hasta que un azar del destino, le recordó sus palabras. Había un pastor de la edad de su padre que cada vez que la veía no cesaba de importunarla con comentarios cada vez más subidos de tono e incluso en varias ocasiones había intentado levantarle su larga falda con su vara, pues es de todos sabido que pastor que se precie además de perro porta vara, de madera ligera, pero resistente con la que arriar buenos zurriagazos.







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