Al marcharse el padre, el maestro le pregunto al niño: "¿Qué quieres de la vida?", el niño miró extrañado al hombre y respondió: "Nada". El maestro le dio una bofetada que casi lo tira al suelo.
Tambaleándose temeroso el niño no se atrevía a mirar al hombre, cuando este le pregunto de nuevo: "¿Qué es para ti la vida?". Dudando que responder el niño dijo otra vez, con extrañeza: "Nada". El maestro levanto el brazo y mientras el niño esperaba recibir un nuevo golpe, depositó su mano con suavidad y cariño en su hombro y asiéndolo por la nuca le dijo: "Ven, te voy a enseñar algo".
Lo llevó a un mercado y delante de un puesto de fruta, le pregunto al vendedor señalando una pieza de fruta, "¿Esto se puede comprar con nada?", el vendedor se echo a reír, pues reverenciaba al maestro como todos en aquella ciudad, y el maestro se unió a su risa. El chico también se reía débilmente si saber bien por qué.
Así en varios puestos hasta que el maestro le compró un dulce con unas monedas que el niño se comió con deleite pero sin entender nada. El maestro lo llevó a casa de sus padres y les dijo que se lo llevaran de nuevo cuando el chico aprendiera que era la vida.
Pasaron los años y siendo adolescente su padre se presentó de nuevo en casa del maestro, esté se encontraba con sus alumnos impartiendo clase; todos eran mayores que él, algunos hombres. El maestro le dió la bienvenida y como años antes lo situó frente a él y le preguntó: "¿Qué quieres de la vida?". El chico sintiéndose observado por tantos apenas musitó: "Nada". Entones el maestro se levanto y dirigiendose en tono sarcástico a sus alumnos le interrogó: "¿Se puede vivir sin querer nada?". El chico le dijo, "yo vivo así", el maestro se echó a reír y todos los alumnos también. Mientras caminaba entre sus alumnos riéndose a carcajadas, estos lo miraban coreando con sus risas las del maestro; el joven tímidamente también se echo a reír aunque no sabía por qué.
El maestro se volvió hacia él exclamando: "La vida es nada pero no se puede vivir de la nada". El joven lo miró espetandole con desparpajo: "Pero, eso ya lo sabía la vez anterior que vine". El maestro rodeó con su brazo los hombros del joven y se dijo: "Ya tengo a mi discipulo."
