No es bueno asomarse mucho a ese vacío y yo lo he hecho en
numerosas ocasiones a lo largo de la vida, una tendencia nihilista, intrínseca a
mi, alguien que antes de los 20 años ya había leído “El corazón de las
tinieblas” de Conrad y “1984” de Orwell, y abandonado por imposible “El proceso”
de Kafka. No fue la lectura temprana de esos libros los que provocaron en mi
esa tendencia al sinsentido existencial, a caer en el vacío interior, si no que
fue algo aprendido, vivido, mimetizado, de una madre que zozobraba en una vida
sin sentido para ella y carente de satisfacciones, debido a su innata
incapacidad para ver algo positivo en cuanto le acontecía o para disfrutar de
la vida.
Es un agujero negro en mi interior que cuando puede devora
mi existencia convirtiéndola en anodina e insoportable, cual maniaco depresivo
en fase aguda todo deja de tener sentido a mi alrededor, pasado el tiempo, ese
agujero negro termina expulsándome hastiado de mi tediosa existencia. En ese
momento me suelo sentir renovado, como si alguno bestia del averno de mi
oscuridad hubiera sido derrotada, cual lavadora, esos momentos de tedio
existencial producen una mayor blancura de mi espíritu.
Más bien la certeza de la existencia en mi de ese vacío
existencial me hizo acercarme a esas lecturas que indagan en la naturaleza
misma del ser humano y sus límites, si es que existen. Pero no es algo que me
suceda sólo a mí, aclarando que todas mis pacientes me hablan de mí, es decir
que ponen de manifiesto una problemática, la suya, que en menor o mayor medida
también sufro en mi interior. Como un drogadicto del sufrimiento todas me dan
algo importante para mí. Este año he tenido varias pacientes de 25 años, y ellas
me recuerdan tanto a mí con esa edad, cuando pensaba que me iba a comer el
mundo y después fue el mundo el que me comió a mí. Entre ellas hay una que
comparte conmigo, o más bien vive con mayor intensidad ese vacío del sinsentido
de la existencia, me recuerda mucho a mí, en su sufrimiento y su profundo dolor,
y en sus estrategias para intentar huir de su opresiva realidad, sueños de
experiencias y aventuras, de partir dejándolo todo atrás, frente al miedo de no
poder ser capaz o de no tener la fuerza suficiente para perseguir sus sueños.
Como es lógico en mi le he cogido cariño y mi vena paternalista aflora con
fuerza, realmente podría ser su padre, pero si lo soy no podré ayudarla.
Época de tomar decisiones que nos marcarán para siempre, y
dejarse llevar por la corriente de la costumbre o de lo que se espera de
nosotros también es tomar una decisión. Todos queremos acertar, hacer lo mejor
para nosotros, avanzar hacia la felicidad; esfuerzo vano inútil cuando el único
sentido de la vida es vivirla y cuando las razones de nuestro sufrimiento o
felicidad se encuentra en nuestro interior y sólo competen a nosotros mismos.
No hay decisiones correctas o incorrectas, hay reconocer todo lo que albergamos
en nuestro interior y vivir respetándonos a nosotros mismos.