Blancaflor era una niña ni muy pequeña ni muy mayor, ni muy
guapa ni muy fea, ni muy alegre ni muy triste, ni muy lista ni muy tonta y así
todos los ni muy que se nos puedan ocurrir. En definitiva era una niña normal y
corriente como la mayoría de las niñas y niños.
Blancaflor vivía con su mama, que la quería mucho, la
cuidaba e intentaba protegerla; su papa no vivía con ella, aunque la veía cada
vez que podía, pues también la quería mucho. A Blancaflor le gustaba estar con
su papa pues siempre hacía cosas diferentes a las que hacía con su mama.
Blancaflor, ya tenía edad para dormir sola, pero había
noches que se despertaba llorando asustada y su mama tenía que acostarse con
ella. Ahora os contaré porque Blancaflor había noches que tenía miedo y le
gustaba dejar una lucecita encendida.
Blancaflor, aunque una niña normal, tenía algo especial, que
la mayoría de los mayores ya habían olvidado, pero que muchas otras niñas y
otros niños compartían con ella y era que veía más cosas que los mayores y
sentía más cosas que ellos. La mayoría de las niñas y niños que le pasaba esto
no lo contaban pues cuando lo habían hecho los mayores u otras niñas y niños,
no les habían creído y les habían dicho que tenían mucha imaginación o
directamente que era mentira. En los peores casos les habían prohibido hablar de
lo que veían.
Blancaflor podía ver seres agradables, que eran los que le
gustaban o desagradables que eran los que la asustaban; lo que no sabía, pues
era todavía muy pequeña, era que cuando estaba contenta y animada era cuando
veía a los seres agradables y cuando estaba triste, enfadada o preocupada veía
a los desagradables.
Entre los seres agradables que Blancaflor veía estaban
hadas, ninfas, mujeres bellas y otros seres muy luminosos, que le
proporcionaban paz y tranquilidad y estaban para ayudarle; incluso una vez hizo
un dibujo de una luz amarilla que ocupaba toda una hoja y dijo que ese era
Dios.
Entre los desagradables había seres con rostros conocidos
que la molestaban y otros más feos, de los que es mejor no hablar; después
estaban los que se hacían pasar por sus amigos y querían jugar con ella, pero
que Blancaflor sabía que no se podía fiar de ellos y los llamaba los amigos
malos.
Blancaflor también sabía si una persona que le sonreía
estaba realmente enfadada o si alguien le decía que algo estaba bien y
realmente pensaba que era una porquería; eso la confundía mucho pues veía que
los mayores no decían la verdad o no se comportaban conforme a lo que sentían,
cuando a ella le decían que tenía que decir siempre la verdad. Eso la desconcertaba
y la volvía desconfiada.
Blancaflor tenía sueños desagradables porque los seres
oscuros se metían en ellos para asustarla, pero de eso no vamos a hablar;
porque el ser de luz que estaba con ella para protegerla y guiarla también se
metía en sus sueños y la llevaba a lugares bonitos y luminosos. Prados verdes
llenos de flores y mariposas donde corrían ponis sonrientes de colores. Bosques
mágicos donde revoleteaban hadas y campanillas, y sobre todo sitios con mucha
agua transparente, pues de todos es sabido que a las niñas y a los niños les
encanta meter sus manitas y sus piececitos en el agua. En esos sueños vivía aventuras
mágicas que le llenaban de alegría y su guía-ángel, que a veces tomaba forma de
un hada buena y sonriente, le enseñaba cosas que ella necesitaba aprender para
que las recordara cuando estuviera despierta.
Una noche le enseño que librarse de las molestias de los
seres desagradables era muy fácil. Sólo tenía que imaginar una burbuja de luz
que la rodeaba, como una pompa de jabón blanca o amarilla que la envolviera y
la hiciera elevarse; pues de todas las niñas y niños es sabido que las pompas
de jabón sólo pueden elevarse. Una vez envuelta en esa burbuja de luz, debía
pedir a los seres de luz, que la ayudaban, que la llenaran de luz hasta
convertirse en una lucecita toda ella llena de luz; y le decía Blancaflor cuando
veas cosas que no te gustan cierra los ojos e imagina esa burbujita de luz que
te rodea y siente como se llena de luz hasta iluminarte por completo y entonces
estarás completamente protegida y nada podrá asustarte.
Blancaflor al principio no se acordaba, de la burbuja y
llamaba a su mama, pero poco a poco comenzó a cerrar sus ojitos y ver esa
burbujita, que cada vez se iba haciendo más grande y luminosa. Hasta que cada
vez necesito llamar menos a su mama y ya no tenía sueños feos por la noche;
incluso cuando iba al cole ya no veía tantos seres desagradables deambulando
por allí y empezó a ver como otras niñas y niños también tenían lucecitas en su
interior como ella.
Ahora que alguna que otra noche gustaba de llamar su mama,
aunque no estuviera asustada pues de todos es sabido que a cualquier niña o
niño le gusta que su mama duerma con ellos.
NOTA PARA LOS PAPAS Y LOS MAMAS:
Este cuento es para contarselo a nuestros hijos, sobre cuando vayan a dormir, con la idea de que por un lado comprendan que no les pasa nada raro y por otro aprendan inconscientemente a protegerse y a conectar con la realidad luminosa. Es tanto para niñas y niños sensibles como para los que aparentemente no lo son, en ambos casos mejorara su autoestima y su capcidad de ponerse en el lugar del otro.
Evidentemente con una sola lectura no se lograran resultados espectaculares, pero con cierta constancia y siempre sin obligar a nuestros hijos a escucharlos si les aburre o no les gusta, podremos lograr resultados positivos.
Y una recomendación, si se quedan dormidos antes de llegar al final, continuar leyendoselo pues les llega a su inconsciente.
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