Luchamos contra todos y todo, contra nosotros mismos,
contra nuestros recuerdos, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestro ego (algo
que no existe, no tiene forma ni fondo y es imposible de definir o
conceptualizar de una manera sencilla. Es una idea adoptada por millones de
personas con naturalidad y sin cuestionamiento).
Sin cuestionarnos sobre su veracidad adoptamos ideas y
creencias heredadas de nuestro entorno, que tenemos que tener una pareja y una
familia que nos quiera, tener hijos, un trabajo estable y seguro, una casa, un
coche, etc. y por supuesto no sufrir dolor ni perdidas en nuestra vida. Cuando
la realidad es totalmente inversa.
Confundimos deseos con necesidades y necesidades con
deseos. Necesitamos alimento físico, emocional y espiritual, seguridad
personal, un lugar para vivir, relaciones personales y sociales satisfactorias.
Pero nosotros tenemos deseos a los que calificamos como necesidades y si no los
satisfacemos sufrimos y consideramos nuestra vida injusta, insatisfactoria y
desdichada.
La abundancia es sentirse agradecido con lo que se tiene.
No se trata de aceptar nada, pues no somos quien para
decidir que es justo o injusto, que es bueno o malo; que no dejan de ser
percepciones mentales basadas en nuestra educación y cultura. Se trata de
centrarnos en nuestras necesidades reales y no en necesidades ideales o
ficticias, en abandonar la batalla entre nuestro ego, nuestra personalidad, si
es que existe algo parecido y nuestro espíritu y nuestro cuerpo.
Liberar la mente de prejuicios, no reprimirlos ni
negarlos si no vivir con ellos, reconocerlos. Abrir nuestra mente a sus
pulsiones, dejar de reprimir nuestro inconsciente y ser sinceros con nosotros
mismos. Adoptar una actitud de sinceridad, humildad y desapego. Dejando que
nuestras obsesiones se disuelvan en la distancia, liberándose de la dictadura
de nuestros condicionantes inconscientes.
El camino es dejar de hacer, el Wu Wei taoísta, de correr
tras ilusiones imaginarias, de luchar contra nuestros impulsos y miedos y la
forma de practicarlo es observar todo lo que ocurre dentro y fuera de nosotros,
pues todo es lo mismo, lo que ocurre en nuestra vida y lo que está en nuestra
mente.
Meditaciones, terapias, disciplinas espirituales, etc.
nos sirven de ayuda, son medios y fines en sí mismo pero sin olvidar que al
final al única práctica liberadora que puede convertir nuestra vida en una
dicha es nuestra práctica personal, nuestra actitud abierta a percibir la
auténtica realidad y nuestra intención constante en cuestionarlo todo, empezando
por nuestras creencias y pensamientos.