La serpiente recorrió el cuerpo de Eva descubriéndole la
sensualidad del roce en su piel, estimuló aquellas zonas más erógenas de su
cuerpo y despertó el placer en ella. Eva corrió a comunicarle la nueva buena a
Adán, sin apenas tiempo de disfrutar del nuevo saber adquirido fueron
expulsados del paraíso y arrojados al sufrimiento y al dolor. Tan sólo por
pretender gozar de sus cuerpos.
La manzana de Eva, el goce del placer por la mujer y para
la mujer, la expresión de la sexualidad, de la feminidad, se convirtieron en el
tabú, en el enemigo del ser humano por mor de la creación de un imaginario
patriarcal con el fin de sustentar las nuevas sociedades neolíticas que surgían
en oriente medio, el creciente fértil. Un dios único y todopoderoso, paternal y
masculino tenía que ejercer su dominio sobre todas las demás existencias
incluida la mujer. Un cuerpo de doctrina religioso se articula en la biblia
para sustentar las nuevas sociedades y para reprimir la expresión de la
feminidad y el goce del cuerpo de la mujer; mecanismo perfecto para asegurar la
perpetua domesticación de los seres humanos y represión de sus impulsos
libertinos. La represión de las conductas “antinaturales”, una continuación
lógica.
Durante los sesenta y setenta del S. XX una ola de
libertad sexual, igualitarismo y libertad política recorrió las sociedades con
mayor bienestar material del planeta, de pronto una estructura
ideológica-religiosa de milenios de antigüedad se tambaleaba ante briosos
vientos de libertad personal. Pronto las aguas volvieron a su cauce “natural”,
de ello se han encargado convenientes epidemias como el SIDA, la adopción de
las doctrinas económicas neoliberales y la expansión de los medios
audiovisuales como potente arma de creación del consenso. Y de fondo la
religión, la mejor arma de control social.
Mientras Eva gozaba del roce sobre todos los rincones de
su cuerpo de la voluptuosa serpiente no pensaba en las consecuencias de su
atrevimiento, simplemente se dejaba llevar, como las mujeres de Lesbos que
seguían a su maestra que sostenía que, al igual que sus contemporáneos
masculinos de la Grecia clásica, sólo podían encontrar el amor verdadero entre
los de su mismo sexo o fuera del matrimonio, quedando reservado el matrimonio a
una única finalidad reproductora. Para ellas quedo el estigma de lesbianas,
para ellos simplemente la consideración de que eran más liberales.
Besarse en la boca, acariciarse y otras muestras de
afecto y sensualidad debían ser comunes entre personas del mismo sexo y
familiares, hasta la expansión de la doctrina bíblica. Jesús besaba a sus
discípulos, estos entre ellos y amaban sus cuerpos; las mujeres convivían en
igualdad entre ellos sin ataduras sociales y él mismo tuvo hijos con la mujer
que consideró adecuada. Por lo menos esto creo y algunos indicios parece haber.
Tomemos la manzana de Eva y dejemos que su jugo calme
nuestra sed. Mujer descubre tu cuerpo, deja florecer tu sensualidad y enseña al
hombre el aroma de una sexualidad liberadora. Dejemos que la feminidad retome
el centro de la existencia irradiando sus rayos liberadores en todas las
facetas de nuestra existencia.
Basta ya de milenios de patriarcado opresor.
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