Llevo más de un mes haciendo una dieta para eliminar la cándida
de mi sistema digestivo, bueno más bien reducirla porque es uno más de los
muchos seres que viven dentro de nosotros, lo único que debido a nuestra
desequilibrada alimentación prolifera hasta límites nocivos, causándonos perjuicios
no desdeñables. La dieta consiste en eliminar el azúcar, harinas refinadas,
levaduras y alcohol que son el alimento del bichito en cuestión. A eso se añade
la leche de vaca, las conservas y todo lo que se le antoje al psicópata que
ideó esta dieta.
Prácticamente todos los alimentos elaborados llevan alguno
de esos ingredientes, por lo que exige una dieta más saludable. Por suerte es
sólo por un tiempo. Yo empecé primero haciendo sólo la dieta, para ver si aliviaba
mis crónicos problemas estomacales/emocionales, pero se agravaron mis molestias,
así que decidí acudir al kinesiólogo que lleva ese tema en esta zona por si
necesitaba otra dieta. Pues no, era esa la que necesitaba, pero más estricta
aún, aing, además de un potente tratamiento con antibióticos naturales pues, en
sus propias palabras, tenía una flora muy agresiva en mi aparato digestivo.
Nada que a las prohibiciones normales, se han añadido el
trigo integral y los quesos de oveja y cabra, sólo se salva el kéfir.
Pues si ya llevo 15 días y es verdad que estoy mejor del
estómago, que estoy durmiendo mejor, que me noto con más energía, que tengo más
apetito sexual y que no echo tanto de menos los dulces, hay sustitutos
moderadamente apetecibles, como los quesos; esto último sí que me cuesta, pero
que le vamos a hacer, todo sea por el equilibrio de mi flora intestinal y mi
equilibrio emocional.
Como unas galletas de espelta integral con sirope de arroz
que por dureza y textura me recuerdan al adobe y que a pesar de eso no están mal,
y las aborrecibles tortitas de arroz.
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