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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

viernes, 26 de abril de 2013

La princesa desAmarrada



Hubo un tiempo que puede ser el actual pero no puedo estar seguro de ello, en que las jovencitas sufrían de la enfermedad del príncipe azul; era una enfermedad muy extraña pues se manifestaba en ensoñaciones y en continuas decepciones con las parejas masculinas. Toda joven que se preciara la padecía, algunas la llevaban con orgullo y otras la ocultaban; las más intrépidas actuaban en contra de los dictados de dicho padecimiento, necesitando demostrar en todo momento su independencia y que sus necesidades de pareja se limitaban a diversos encuentros sexuales de lo más variopinto. Se limitaban a disfrutar del síndrome hombre-objeto, al igual que todo hombre fantasea con su visión de mujer-objeto; en el fondo ellas también padecían del síndrome príncipe azul pero actuaban negándoselo a sí mismas.

Con la madurez muchas se conformaban con el sapo que tenían a su lado y que a pesar de todos los esfuerzos, sexuales, comunicativos y de besos de todo tipo y colores; seguía siendo un sapo y así sería hasta el fin de sus días o en su defecto de la relación. Otras creían encontrar a su príncipe azul al calor del enamoramiento y cuando pasaba el efecto hormonal huían despavoridas buscando una nueva ensoñación. Después estaban las que ya de joven preferían un hombre de usar y tirar, cuyas filas eran engrosadas con las desencantadas de sus sapos.

El panorama de las princesas en ese reino era desolador, pues a esto había que añadir a las que cuando veían a otra princesa disfrutando de un posible príncipe azul, por envidia usaban todas sus artimañas, incluyendo su cuerpo, para cazarlo con su larga y afilada lengua.
Un efecto secundario muy extendido del síndrome príncipe azul era la necesidad de muchas de tener un hombre a su lado, necesidad de similar intensidad a la de respirar para sus cuerpos.

Cuando encontraban un hombre de su agrado, que era amable con ellas y que daba alas a su romántico corazón consideraban que sólo podrían ser felices manteniéndose junto a ellos. A veces esos hombres tenían ataduras pasadas, antiguas relaciones o conocían otras personas, que conservaban o despertaban una llama en su corazón.

Las princesas querían amarrar a esos hombres, parejas ideales en su mente, pues su existencia sin ellos carecía del más mínimo sentido. Para ello algunas acudían a prestigiosas brujas y famosos hechiceros que les amarraban a sus parejas gracias a sus efectivas pócimas. Se producían cruentas batallas entre princesas que querían amarrar y otras que querían desamarrar a sus hombres ideales, como resultado el hombre unas veces estaba con una y otras veces con otra, sin poder llegar a discernir si como primate predominaba en él una tendencia, digamos natural, a la poligamia o es que no era capaz de decidirse.

Mientras posibles candidatos honestos pasaban frente a las princesas amarradas dejando caer pétalos de insinuación sin que las obsesionadas princesas fueran capaces de ver más allá de las narices de sus amarrados deseados.

Las del síndrome campanilla, con su resistencia al compromiso, tampoco podían distinguir entre un Don Juan de fin de semana de un pretendiente honesto que no perfecto. Pero que bien se sentía una en los brazos y acunada por las palabras de esos galanes pasajeros; el problema es que siempre llegaba un lunes y las patas de gallo crecían con el paso del tiempo.

Nuestra heroína, porque para actuar así tenía que tener unos ovarios bien puestos, comprendió un día que su felicidad no dependía de ir del brazo de alguien, que si bien es más agradable dormir acompañada, siempre que no ronque y no huela mal claro está, tampoco estaba mal dormir sola, que el sexo por amor era más pleno y satisfactorio que el desahogo esporádico de las calenturas vaginales, que en el fondo es mejor un compañero que un salvador, que la mayoría de parejas perdidas por amarres sentían algo por la otra persona; y en definitiva que su felicidad estaba en respetarse a sí misma, aprovechar las oportunidades que la vida le daba y olvidarse de personas que seguramente ni la merecían ni la valoraban. Pues por desgracia ya conocemos esa desagradable costumbre de muchos machos de estar con una chica simplemente porque es un buen polvo.

Así que decidió dejar de ser princesa, arrojo su velo y su corona y con ellas su síndrome de príncipe azul para comprobar que donde antes sólo había sapos ahora veía a hombres entre ellos y que los que le parecían príncipes azules eran los más sapos de todo. Se convirtió en una mujer completa, que no necesitaba una media naranja, pues ya ella era una naranja completa, para realizarse a sí misma y satisfacerse sus necesidades; pues la vida es continuo movimiento y ¿Alguien ha visto una media naranja que ruede hacia adelante?








miércoles, 10 de abril de 2013

BLANCAFLOR. CUENTO PARA NIÑOS DESPIERTOS



Blancaflor era una niña ni muy pequeña ni muy mayor, ni muy guapa ni muy fea, ni muy alegre ni muy triste, ni muy lista ni muy tonta y así todos los ni muy que se nos puedan ocurrir. En definitiva era una niña normal y corriente como la mayoría de las niñas y niños.

Blancaflor vivía con su mama, que la quería mucho, la cuidaba e intentaba protegerla; su papa no vivía con ella, aunque la veía cada vez que podía, pues también la quería mucho. A Blancaflor le gustaba estar con su papa pues siempre hacía cosas diferentes a las que hacía con su mama.

Blancaflor, ya tenía edad para dormir sola, pero había noches que se despertaba llorando asustada y su mama tenía que acostarse con ella. Ahora os contaré porque Blancaflor había noches que tenía miedo y le gustaba dejar una lucecita encendida.
Blancaflor, aunque una niña normal, tenía algo especial, que la mayoría de los mayores ya habían olvidado, pero que muchas otras niñas y otros niños compartían con ella y era que veía más cosas que los mayores y sentía más cosas que ellos. La mayoría de las niñas y niños que le pasaba esto no lo contaban pues cuando lo habían hecho los mayores u otras niñas y niños, no les habían creído y les habían dicho que tenían mucha imaginación o directamente que era mentira. En los peores casos les habían prohibido hablar de lo que veían.

Blancaflor podía ver seres agradables, que eran los que le gustaban o desagradables que eran los que la asustaban; lo que no sabía, pues era todavía muy pequeña, era que cuando estaba contenta y animada era cuando veía a los seres agradables y cuando estaba triste, enfadada o preocupada veía a los desagradables.
Entre los seres agradables que Blancaflor veía estaban hadas, ninfas, mujeres bellas y otros seres muy luminosos, que le proporcionaban paz y tranquilidad y estaban para ayudarle; incluso una vez hizo un dibujo de una luz amarilla que ocupaba toda una hoja y dijo que ese era Dios.

Entre los desagradables había seres con rostros conocidos que la molestaban y otros más feos, de los que es mejor no hablar; después estaban los que se hacían pasar por sus amigos y querían jugar con ella, pero que Blancaflor sabía que no se podía fiar de ellos y los llamaba los amigos malos.

Blancaflor también sabía si una persona que le sonreía estaba realmente enfadada o si alguien le decía que algo estaba bien y realmente pensaba que era una porquería; eso la confundía mucho pues veía que los mayores no decían la verdad o no se comportaban conforme a lo que sentían, cuando a ella le decían que tenía que decir siempre la verdad. Eso la desconcertaba y la volvía desconfiada.

Blancaflor tenía sueños desagradables porque los seres oscuros se metían en ellos para asustarla, pero de eso no vamos a hablar; porque el ser de luz que estaba con ella para protegerla y guiarla también se metía en sus sueños y la llevaba a lugares bonitos y luminosos. Prados verdes llenos de flores y mariposas donde corrían ponis sonrientes de colores. Bosques mágicos donde revoleteaban hadas y campanillas, y sobre todo sitios con mucha agua transparente, pues de todos es sabido que a las niñas y a los niños les encanta meter sus manitas y sus piececitos en el agua. En esos sueños vivía aventuras mágicas que le llenaban de alegría y su guía-ángel, que a veces tomaba forma de un hada buena y sonriente, le enseñaba cosas que ella necesitaba aprender para que las recordara cuando estuviera despierta.

Una noche le enseño que librarse de las molestias de los seres desagradables era muy fácil. Sólo tenía que imaginar una burbuja de luz que la rodeaba, como una pompa de jabón blanca o amarilla que la envolviera y la hiciera elevarse; pues de todas las niñas y niños es sabido que las pompas de jabón sólo pueden elevarse. Una vez envuelta en esa burbuja de luz, debía pedir a los seres de luz, que la ayudaban, que la llenaran de luz hasta convertirse en una lucecita toda ella llena de luz; y le decía Blancaflor cuando veas cosas que no te gustan cierra los ojos e imagina esa burbujita de luz que te rodea y siente como se llena de luz hasta iluminarte por completo y entonces estarás completamente protegida y nada podrá asustarte.

Blancaflor al principio no se acordaba, de la burbuja y llamaba a su mama, pero poco a poco comenzó a cerrar sus ojitos y ver esa burbujita, que cada vez se iba haciendo más grande y luminosa. Hasta que cada vez necesito llamar menos a su mama y ya no tenía sueños feos por la noche; incluso cuando iba al cole ya no veía tantos seres desagradables deambulando por allí y empezó a ver como otras niñas y niños también tenían lucecitas en su interior como ella.

Ahora que alguna que otra noche gustaba de llamar su mama, aunque no estuviera asustada pues de todos es sabido que a cualquier niña o niño le gusta que su mama duerma con ellos.

NOTA PARA LOS PAPAS Y LOS MAMAS:
Este cuento es para contarselo a nuestros hijos, sobre cuando vayan a dormir, con la idea de que por un lado comprendan que no les pasa nada raro y por otro aprendan inconscientemente a protegerse y a conectar con la realidad luminosa. Es tanto para niñas y niños sensibles como para los que aparentemente no lo son, en ambos casos mejorara su autoestima y su capcidad de ponerse en el lugar del otro.
Evidentemente con una sola lectura no se lograran resultados espectaculares, pero con cierta constancia y siempre sin obligar a nuestros hijos a escucharlos si les aburre o no les gusta, podremos lograr resultados positivos.
Y una recomendación, si se quedan dormidos antes de llegar al final, continuar leyendoselo pues les llega a su inconsciente.

Información util:




miércoles, 20 de marzo de 2013

Comentarios

Hace unos días en la entrada el problema de los amarres, en respuesta a una persona que pedía ayuda para recuperar a su ex novio que según ella habia sufrido un amarre, se publicó, por una persona anónima, una oración para invocando la luz conseguir, entre otras cosas, que todo lo que se hubiera echo a la persona se disoviera, hasta ahí todo correcto, pero continuaba pidiendo que la persona amada volviera con nosotros y otras vulneraciones de la voluntad del prójimo.

Por muy buenas intenciones con que se haya publicado esa oración y se ponga en práctica, no es magia blanca si no magia negra y su rayo de luz se convierte en oscuridad en el momento que estamos dando rienda suelta a nuestras motivaciones egoistas y a lo que creemos que está bien, confundiendolo con lo que queremos, que es algo totalmente diferente.

Limpiar un amarre, está bien, más que bien es sano y necesario, pues es una grave vulneración del libre albedrio de las personas afectadas por el mismo, además de auntentica magia negra que utiliza energías negativas y fuerzas oscuras en su realización.

Pero una cosa muy diferente es creer que lo que nosotros creemos es lo que debe suceder, que la persona que, en teoria, nos fue arrebatada por el amarre debe volver con nosotros. Y digo bien en teoria porque para que el amarre agarre, valga la semiredundancia, es neceserario que tenga donde hacerlo. Hay que reconocer la realidad, no se puede hacer un amarre con exito y romper una pareja, a menos que la relación de esa pareja no sea plena, llena de amor y la persona victima del amarre no sienta algo, aunque solo sea sexual, por la persona que le hace el amarre.

CUANDO NOS DAREMOS CUENTA QUE MARIDO O ESPOSA NO SON SINÓNIMOS DE POSESIÓN...
QUE NUESTROS HIJOS NO SON NUESTROS Y SON ELLOS LOS QUE TIENEN QUE DECIDIR SU CAMINO Y COMO LLEVAR SU VIDA...
QUE NUESTROS AMADOS Y AMADAS MUCHAS VECES NO NOS QUIEREN REALMENTE...
QUE NUESTROS DESEOS Y NUESTROS SENTIMIENTOS ENTURBIAN NUESTRO ENTENDIMIENTO, HACIENDONOS CREER QUE SON LO CORRECTO...
CUANDO SEREMOS VALIENTES...







Deseaba...

Deseaba una pareja que le quisiera y aceptará como era, aunque no supiera como era... Unos padres que le apoyaran, la comprendieran y fueran afectuosos... Unos hijos que le respetaran, cariñosos y aplicados en los estudios... Un trabajo enriquecedor y bien remunerado... Una estabilidad...

En eso llegó la guadaña y se dió cuenta que se le olvidó vivir la vida...

jueves, 21 de febrero de 2013

Elogio de la ingenuidad

Hace unos días escribí sobre la Malicia, desgraciadamente tan extendida; reflexionando ví la necesidad de escribir sobre la bondad y sobre la ausencia de Malicia. En eso me puse a buscar que palabra existe en nuestro lenguaje para oponerse a la Malicia, y encontré un problema.

Mientras bondad es lo contrario de maldad y de está surge malicia, que es actuar con maldad y malicioso que es su adjetivo. En nuestro lenguaje de bondad, no existe bonicia o bondicia que sería actuar con bondad, pero sí el adjetivo bondadoso. Resumiendo:

Maldad > Malicia > Malicioso
Bondad > xxxxxxxx > Bondadoso

Es decir si bondad es contrario de maldad, ¿Cual es el opuesto de Malicia? O de su ausencia. Podría valernos bondad, pero nuestra lengua nos ofrece un antónimo (El opuesto) de Malicia y es Ingenuidad.

Como bien sabemos, la mente determina nuestra realidad, pero es el lenguaje el que establece los principios rectores de nuestra realidad, le da forma a la misma y nos obliga a entenderla de una manera concreta. ¿A donde quiero llegar? Que nuestra lengua prioriza percepciones negativas y demuestra una querencia hacia la oscuridad al ofrecernos como antónimo de Malicia, Ingenuidad, que es una palabra cargada fuertemente de connotaciones desfavorables. Practicamente se convierte en sinónimo de tonto, poco espabilado, etc.

Pero ¿Qué representa la Ingenuidad? Pues guiarse por la bondad, por el respeto, el no desconfiar, no buscar el doblez de las cosas, el no actuar por interés, el entregarse sin esperar recompensa. Ser ingenuo no es ser bondadoso. La bondad es neutra como la maldad pero la ingenuidad es una decisión, una actitud que en absoluto es estupida; al contrario que la malicia que es una decisión estupida por mucho que creamos lo contrario.

Ser Ingenuo es amar las virtudes y los defectos, los propios y los ajenos; guiarse en nuestras actuaciones por el bien propio y el general; tener siempre la mano abierta; sonreir como un niño; disfrutar de la vida y respetar todas sus manifestaciones; y por supuesto no es ausencia de malicia, si no que la malicia es la ausencia de ingenuidad y eso si que es un problema.











El soberbio, el digno y el sumiso

Hubo una vez hace tiempo un valle fertil cultivado por tres campesinos, el señor feudal al final del verano visitaba el valle para recoger su "parte" de las cosechas.

Ese invierno fue de pocas nieves y la primavera escasa en agua; los campesinos apenan cosecharon para sobrevivir. Cuando los heraldos anunciaron la visita del señor la sombra de la muerte eclipsó la luz del valle.

El primero que visitó fue al soberbio, este desde pequeño fue especialmente rebelde, gustaba de lides y fanfarronerías por lo que atrajó a la chica más bella de la aldea con la cual tuvo hermosos y aguerridos hijos.

El señor pidió su parte de la cosecha, a lo que el respondió que no podía darle nada pues con lo poco recogido apenas podrían sobrevivir sus hijos. El señor bajándose del caballo, le propinó un golpe en la cara tirándolo al suelo. El soberbio se levanto con los ojos llenos de ira y volvió a repetir que no podía entregarle su parte sin que murieran sus hijos de hambre. El señor le golpeó con más fuerza aún; pero está vez el campesino se revolvió y golpeó con su puño la cara del señor. Antes de que este hubiera terminado de tambalearse una lanza atravesaba el pecho del campesino. Su mujer y sus hijos temblaban de miedo y dolor. El señor limpiándose la sangre de la boca, se dirigió a sus soldados "Coger a la mujer, es muy hermosa, la disfrutaré un tiempo... a los niños colgarlos de un árbol, para que aprendan los siervos".

Sin montar de nuevo en su caballo se dirigió a casa del sumiso; los gritos de terror de la mujer y los niños del otro campesino lo habían puesto sobre aviso. "Qué deseáis mi señor" exclamó con una hostentosa reverancia ante el señor. Este exigió su parte de la cosecha que el sumiso entregó a sabiendas de que era una sentencia de muerte para alguno de sus hijos.

Mientras ocurría eso, el digno reunió a su mujer y a sus hijos y dandoles algo de comida les comninó a esconderse en la montaña. Cuando llegó el señor pregunto por su familia y el le contesto que habían ido a coger frutos al bosque. El señor exigió su cosecha, pero el campesino insistió que si se la daba sus hijos no tendrían nada que comer en invierno; el señor le golpeó una y otra vez, el campesino se levantaba y repetía que no podía darle nada. Cansado de golpear sacó su espada y la envainó en el cuerpo del campesino, que murió sólo vomitando sangre mientras los soldados quemaban su casa.

¿Cual fue el destino de los que sobrevivieron? Empecemos por el sumiso, en lo más duro del invierno sus hijos pasaban hambre, su padre les escatimaba las raciones de comida para sobrevivir a las bajas temperaturas; los pequeños fueron los primeros en morir, su mujer apenas comía para mantener al resto. Las siguientes cosechas fueron buenas, pero el siguió sisando a su familia, su mujer amargada veía como gastaba dinero en tabernas y mujeres; sus hijos se llenaban de odio hacia él mientras profundizaba en su mezquindad. Unas fiebres asolaron la comarca y toda la familia falleció, unos por debilidad otros por malos hábitos.

La mujer del soberbio sirvió de "disfrute" del señor, que no la trató mal, la alimentaba adecuadamente; pero pronto cansó de ella y la entrego a la tropa; tratada como esclava, golpeada y forzada con violencia no tardó en enfermar y morir como un perro.

La familia del digno, paso el otoño deambulando por la montaña, alimentandose de frutos del bosque; algunos niños murieron. Caminaron alejandose del valle de la muerte, hasta llegar a una ciudad, allí la mujer encontró trabajo de sirvienta y pudo, más mal que bien, alimentar a sus hijos. Pero las fiebres también llegaron a la ciudad y los pobres siempre son los primeros en caer; muriendo ella y sus hijos.

En el valle de los lamentos, donde el dolor y el sufrimiento son constantes; vagaban estas almas en la niebla. El soberbio lanceado una y otra vez, contemplaba ante si como su bella mujer, llena de llagas y pústulas era sádicamente violada por espíritus oscuros; al levantar la vista siempre veía a sus hijos bailar colgados de un árbol, por sus propias lenguas.

El sumiso atrapado en un fango maloliente era incapaz de llegar a su familia, que siempre estaba frente a él consumiendose en un hambre atroz.

El digno lloraba, sin poder alzar su cabeza, envuelto en la niebla de su dolor. No entendía el por qué de tanto horror. Se culpaba del destino de su familia.

Un ser de luz, se aproximó a ellos; los espíritus oscuros se alejaron, cesando por un momento las torturas de los infelices. Puso su mano sobre el digno y este levantó la cabeza. "¿De que te culpas?", "de no proteger a mi familia" contestó el campesino. "Y quien te ha dicho que no lo hiciste. Ven conmigo este no es tu lugar. Ellos te esperan".

Aullidos elevaban las protestas de los que moraban en la oscuridad. El soberbio se acercó con la punta de la lanza brotando de su pecho, "Llevame a mi, defendí a mi familia, dí la vida por ellos". El angel le dió de lado, "Tu soberbia les mató". Su mujer que por fin descansaba de los abusos, se arrodilló ante la figura luminosa, "Liberame de esta condena, por favor". "¿Has entendido por qué sufres este tormento?". La mujer imploraba; los oscuros volvieron a apresarla, "Fuiste superficial, te guiaste por las apariencias; escogiste un gallo y te clavó los espolones."

La familia del sumiso, miraban al ser de luz con esperanza, este paso sus manos sobre ellos elevandolos; el marido empeñado en salir del fango ni siquiero se dió cuenta, hundiendose cada vez más en él.

"Bienaventurados los que actúan con dignidad porque de ellos será el reino de los cielos."






jueves, 14 de febrero de 2013

Malicia

La maldad de los desconocidos nos duele al recibirla; pero la que recibimos de las personas en quien confiamos nos destroza. Pues no podemos llegar a entender como es posible que personas en las que hemos confiado, les hemos dado nuestra amistad, nuestro cariño o incluso nuestro amor puedan comportarse de esa manera.

No cabe duda que es importante ser capaz de ponernos en el lugar del otro, de sus razonamientos y de las razones ocultas de sus comportamientos aunque estos sean muy dolorosos para nosotros.

Muchas veces confundimos razones autenticas con egoísmos ajenos, pues nuestro propio egoísmo nos impide ver que el otro también tiene motivos para su forma de actuar. También es muy frecuente el error de consentir comportamientos intolerables por sentimientos de culpa o pena. Nada más alejado de lo que nos conviene en nuestro crecimiento y que es incompatible con la auténtica compasión.

Pero otras veces, más de las deseables, el daño que nos causan otros en los que confiábamos proviene de la más absoluta malicia, del más puro egoísmo visceral, que niega todo a los demás, en aras de la propia satisfacción; la única posible para esas personas. Nubladas sus mentes por los más diversos motivos, celos, rencor, envidia, posesión, ausencia total de empatía, etc. no renuncian a actuar maliciosamente a sabiendas contra personas a las que hasta hace poco mantenían lazos y que nunca podían plantearse que se diera esa situación.

El dolor te puede llevar al camino oscuro, pero también a la luz. Cada uno toma su decisión y es único responsable de ella.

Cuando recibimos malicia, todas las armas y recursos a nuestra disposición son validos para defender nuestra integridad física, económica y moral; aún cuando pensemos en que es mejor poner la otra mejilla. No se trata de caer en el lado oscuro, en la venganza. La justicia con nosotros mismos es imprescindible en nuestro desarrollo personal y para que podamos ser justos con los demás.

Al igual que debemos amarnos a nosotros mismos para poder amar a otros. Es necesario respetarnos y darnos lo que en justicia nos corresponde para poder respetar y ser justos con el prójimo.