Hace un tiempo buscando en internet algo sobre Krishnamurti, encontré un pasaje donde hablaba sobre la meditación y la importancia de hacer el vacío en la mente y mantenerla libre de pensamientos, para así poder cultivar la atención y tener una visión clara de la realidad. Ya que la falta de visión clara de la realidad era una de las causas fundamentales de nuestro sufrimiento.
Pero para conseguir este vacío, advertía de la práctica de lo que el llamaba meditadores profesionales, de fijar la atención en un objeto concreto, una vela, una imagen, etc. Pues aunque tenían un efecto positivo sobre nuestra conciencia, terminaban a la larga, por empobrecerla al reducir su campo de actuación. Argumentaba que durante la meditación, la mente no debe concentrarse en nada, dejando pasar los pensamientos y así nuestra conciencia se iba ampliando hasta abarcarlo todo. Al concentrarnos en algo concreto nuestra conciencia se va reduciendo hasta abarcar solo nuestra individualidad, mientras al no concentrarnos en nada nuestra conciencia se va ampliando hasta fundirse con el Todo.
Me recordaba a la actitud que se dice en el zen que tenemos que tener, como un gato en reposo que no se fija en nada y sin embargo está atento a todo.
Pero también me trajo a la memoria la discusión fundamental que se estableció entre Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La primera recomendaba meditar en imágenes de Cristo o la Virgen, mientras San Juan, decía que esto era un error y que no había que tener nada en nuestra mente.
Quizás por eso, Santa Teresa de Jesús nos ha llegado como una mística de la iglesia católica, mientras San Juan de la Cruz nos ha llegado como un gran místico cristiano y su obra poética es fruto del sincretismo con la tradición sufí de la península ibérica, que todavía se dejaba sentir en la España del siglo XVI.
“Mi amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las insulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.”
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