Lo he vivido como una danza en la que el sonido magistralmente aplicado por Amaya, a partir de sus cuencos tibetanos, sus gongs, en incluso su voz, se entremezclaban con mi tecnica formal a través de mis palabras, sin que pudiera distinguir si era mi voz la que marcaba el ritmo y la dirección de la sesión o eran realmente los sonidos producidos por Amaya los que conducian a buen puerto esta mágica experiencia.
El universo nos ha juntado, sin ninguna premeditación por nuestra parte, para que surgiera una experiencia nueva para nosotros, que nos abre un camino de crecimiento mutuo para ambos terapeutas, y la posibilidad de una nueva actividad conjunta de ayuda a los demas, que sin pensarnoslo dos veces hemos decidido en bautizar como terapia regresiva chamánica.
Ana y Amaya gracias por este descubrimiento.
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