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Continuación:
Estaba el moscón incordiando
más de la cuenta cuando la chica se acordó de la bruja. Bastaron un par de
lindezas brotadas cual miel de su dulce boca para que el palurdo paticorto
bebiera los vientos detrás de ella. Fue cosa de un suspiro cuando se
presentaron en la ruinosa cabaña de la anciana, la chica entro y le dijo a la
vieja que estaba acostada casi sin respirar, ya os traigo lo vuestro ahora
enseñarme. La bruja se levantó de un salto, cosa que pareció imposible pues
aparentaba cadáver y cuando entró el pretendiente, le atendió muy gentilmente
ofreciéndole agua y después un licor de hierbas de su cosecha. El lascivo
miraba con ojos vidriosos encendidos en deseo a nuestra heroína, cuando empezó
a sentir ciertos mareos que atribuyó a la excitación previa al encuentro tanto
tiempo deseado. La chica, bajo las indicaciones de la bruja, se desabrocho
algunos botones de su blanca camisa mostrando una aún más blanca unión de sus
senos.
El pastor se lanzó sobre ella
preso de la pasión para caer semiinconsciente sobre el camastro, la bruja se
echó sobre él, bajándole los pantalones; con unas breves manipulaciones,
consiguió que el miembro viril se mantuviera erecto y a continuación se montó
sobre él arremangándose la falda. La chica miraba sorprendida como la bruja
retozaba de placer sobre el desvariado hombre, que gemía pensando que gozaba de
la moza.
Mira niña le dijo la vieja,
concéntrate. El hombre grito y con él la bruja, y mientras ambos tenían sus
respectivos orgasmos a ella le pareció ver como si una llamarada amarillenta
ascendiera de los sexos al interior de la vieja. Está continuó sobre el hombre
hasta provocarle un nuevo orgasmo y está vez no le quepo duda, la llamarada más
bien blanco amarillenta surgía del hombre y se expandía por la anciana. Esta
sonreía. Nuestra joven estaba aterrada ahora estaba segura que la vieja era una
bruja y la esclavizaría para sus perversos fines. Qué pena de mentalidades
atrasadas de pueblos reprimidos, ¿Cuántos saberes se han perdido por culpa
obsesos pecaminosos e ignorantes sacrílegos de la divinidad femenina?
Ya está bien, dijo la vieja si
no lo mataremos. Ven niña que te voy a dar de probar, ella retrocedió, no temas
le dijo ella, tomándole las manos y acercándose cautelosamente hasta unir su
boca a la de la chica. A ella le supo a gloria como un panecillo blanco
recubierto de azúcar recién salido del horno de leña. Cerró los ojos y se
relamió. Se sintió mejor. La vieja le dijo, túmbate, y levantándole la falda
metió la cabeza entre sus piernas; le sopló en el sexo y lo sintió arder, le
besó y lo sintió crecer; algo se puso duro y en poco tiempo gritó como no había
gritado nunca y sintió, además de una placer desconocido para ella, algo que
entraba en ella y la vivificaba. La energía decía la vieja que se llamaba. Ella
le podía enseñar, ha absorber lo que los hombres desperdician al correrse, a
vivir del bosque, sus secretos y de este no te preocupes me lo traes cuando le
entren otra vez las calenturas.
La chica se sintió muy bien
los siguientes días y a la semana volvió con el pastor, unos meses después este
cada vez más delgado, dejo de subir al monte para descansar, lo sustituyo su
hijo, fue el momento de poner a prueba su aprendizaje; y lo hizo con
sobresaliente. La anciana le explicó que pronto partiría y que debía aprender a
valerse por sí sola. No os quepa duda de que así lo hizo.
Antes el campo estaba muy
habitado y había muchos hombres disponibles; con el tiempo superó a su maestra,
llegando a conservarse fresca y lozana. Durante la guerra civil con tanto
trasiego de maquis y guardias civiles, se recargaba casi diariamente; aunque
algunas veces los hombres la forzaban ella hacía un poco de teatro para que se
excitaran más y así poder absorber más energía de ellos.
Pronto en el pueblo la gente
comenzó a decir que era bruja, que no era normal que no envejeciera; se vio
obligada a buscar un muchacho que fuera a buscar sus quesos al cortijo
abandonado donde decidió establecerse y que ella sola restauró sin ayuda de
nadie. Eso no dejo lugar a duda para muchos pueblerinos de que evidentemente
tenía un pacto con el diablo. El muchacho que al principio se había enamorado
de esa mujer radiante, empezó a temerla cuando superándolo ella en edad el
envejecía y ella no. Ella le tenía cariño y siempre fue amable con él.
Durante los 60 y 70 con el
despoblamiento del campo paso más necesidad, al abandonar los hombres el campo
y se le produjo un envejecimiento progresivo, el antiguo muchacho también
emigró y ella tuvo que volver al pueblo. Se murmuraba que el demonio le había
dado la espalda.
Fueron años de soledad, hambre
y envejecimiento acelerado; ya era una vieja y se sentía una vieja. A mediados
de los ochenta empezó a encontrar unos jóvenes de la ciudad que venían al campo
por gusto y ella pensó que mejor gusto que el que podía darle ella. Pero las
cosas habían cambiado aparentaba 30 o 40 años más que ellos, olía mal pues
disponía de poca agua para el aseo y no lograba conectar con ellos. Decidió que
debía observarlos, se dio cuenta que miraban las plantas, los árboles, las
piedras, los animales como si les fuera la vida en ello o fueran a desaparecer
al día siguiente. Pensó que ella los conocía todos y podría hablarles de eso y
el sexo ya se vería.
El sendero pasaba cerca de su
cortijo y no le resultaba difícil hacerse la encontradiza pues los escuchaba
venir desde casi que salían del pueblo. Pronto comprendió que los grupos solo
servían para pasar el rato, era mejor centrarse en los solitarios; aprendía
rápido, siempre tenía algo que enseñarles en su cortijo, mineral, animal o
vegetal. Y empezaron a caer, y algunos a volver. La vida volvió a sonreírle,
mejoro su aspecto, de nuevo los hombres la miraban con deseo; todo se hizo más
fácil y decidió arriesgarse.
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