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Continuación:
Invitó a unos chavales a que
acamparan junto a su casa, les dio agua, en la zona es muy escasa, les cocinó y
encendió un gran fuego para ellos en el patio de la casa. Traían sus bebidas y
ella también bebió, fue todo muy fácil, una vez se decidieron a bailar
alrededor del fuego, los acontecimientos se precipitaron. Rápidamente mientras
bailaban fueron quitándose todos la ropa, ella también, algunos ya lucían miembros
enhiestos fruto de la perenne excitación juvenil. Ella pasaba entre ellos
agarrando vergas y riendo; pronto se encontró tirada en el suelo con una en su
boca y otra en la vagina, no tardaron mucho en llenarla de semen y de su
vigorizante energía, otros ocupaban su lugar y ella no daba a basta en recoger
sus eyaculaciones en su interior, se sintió renacer. Tras varias rondas se
consiguió levantar y tumbó a uno que todavía podía mantenerse de pie, agarró
las pollas de dos que se acercaron y antes de meterse una en la boca le ordeno
al otro que le partiera el culo como si fuera un toro.
Pronto se sintió enculada,
como si un pene bicéfalo la penetrara por la vagina y el ano, a su vez chupaba
otra polla enérgicamente. Un triple, tan difícil de conseguir y tan
energetizante, pero tenía que ser al unísono, la anciana bruja se lo había
dicho muchas veces, era un mirlo blanco pero quien lo cazaba tenía asegurada
media eternidad. Distraída por esos pensamientos su boca se llenó de semen, a
pesar de cogerla por sorpresa absorbió con todas sus fuerzas y el chico tras
dar un alarido cayo redondo al suelo, lo otros también gritaban y pronto se
correrían. Se paró y busco alguno despierto, lo encontró meando contra la
pared, menudo cerdo; ven aquí o mañana te corto los huevos por mearte en mi
casa. El chico medio ido se acercó preguntando que quería, la vieja le cogió el
nabo y se lo metió en la boca, de dos chupetadas ya notó el sabor del semen.
Movió las caderas con violencia y notó el orgasmo de los otros dos, chupo con
fuerza y el semen se expandió por su boca, su vagina y su ano; concentró su
inspiración al bajo vientre como si todos sus orificios sexuales aspiraran a la
vez. Tres corrientes eléctricas se unieron en su abdomen y entre gritos, los
suyos y los de los chicos, perdió el conocimiento.
Amaneció un nuevo día, más
radiante que ningún otro y marcho a buscar sus cabras y traerlas para ordeñar.
Por la noche los chicos seguían tirados por cualquier lado durmiendo. No
despertaron hasta la mañana siguiente, cuando se fueron la vieja, que ya no era
tan vieja les dijo que volvieran cuando quisieran. A partir de ese año no le
faltó acampada de chavales por semana santa, pero no todos volvían.
En verano era la época de
vacas flacas y el invierno de los solitarios, de estos tenía alguno fijo que
pasaba por allí con regularidad. A los forestales decidió no “molestarlos” y a
la gente del pueblo tampoco, tenía bastante con los foráneos y así se ahorraba
habladurías. Bajo de nuevo al pueblo a vender sus productos, de ser la bruja ya
había pasado a ser la loca de la sierra; hasta un equipo de televisión la
visitó una vez del canal regional decían que eran, pero ella no quiso tanta
publicidad cuando se enteró que podrían verla millones de personas.
Todo parecía seguir una rutilante
normalidad en su vida, hasta que llegó aquella pareja, y entonces se imaginó
que lo que estaba sintiendo era lo mismo que sintió aquella anciana desarrapada
medio bruja que le enseño todo. Aún más, cuando después de montar la tienda, la
chica se acercó a saludarla al mirar sus ojos, vio los ojos de la vieja bruja y
supo que era ella; se quedó en silencio, la chica la miraba extrañada, le tomó
las manos y le dijo, me alegra volver a verte. La chica se soltó de las manos y
se retiró asustada y pudo escuchar como le decía a su novio que la vieja le
daba miedo. Eran muy atractivos y atléticos los dos, el moreno pelo rizado por
los hombros, ojos miel, piel morena, alto y ella rubia ceniza, también alta,
delgada, con los músculos marcados; parecían dos sementales, dos caballos de
pura raza. Entendió que algo iba a cambiar y marchó al bosque a hablar con la
noche.
A la mañana siguiente volvió,
los chicos dormían, preparó el desayuno; tenía que enseñarles a ambos, ya no se
trataba de vaciar hombres de energía, si no de compartir las energías masculina
y femenina para hacer un nuevo ser humano.
Los chicos la evitaban, pero
ella se los ganó enseñándoles tesoros que no había compartido con nadie, les
guisó setas con bellotas dulces y les dio de beber su licor de hierbas. Esa
noche estaban preparados. Cuando los escuchó hacer el amor en la tienda se
acercó despacio, era Octubre y las noches eran todavía calurosas, como suele
ser normal en el sur; él estaba encima de ella, frente a frente, y la penetraba
con violencia. Le susurró más despacio y su orgasmo será más intenso y más
largo, el chico se volvió sorprendido pero le hizo caso; la chica cabalgaba sus
orgasmos con sus caderas, gritaba sin parar. Más despacio, le dijo de nuevo al
chico, este entraba y salía con suavidad de la vagina de la chica, está lloraba
de placer en un orgasmo continuo. Ahora imagina que inspiras su orgasmo, el
chico no parecía entender, pero gritó y se arqueó, me voy, dijo sin apenas
abrir la boca. La vieja le presiono en el perineo y le dijo todavía no. La
chica seguía gritando y el chico sentía como su glande se expandía en todas
direcciones. La vieja le metió el dedo en el ano y presionó ligeramente la
próstata, el chico estalló en una violenta eyaculación; ella le agarro la
cabeza y aspiro de su boca llenándose de sus orgasmos, le soltó y le ordenó
bésala y sopla en su boca. Los dejos unidos, gimiendo, con sus sexos y sus
lenguas entrelazadas.
A la mañana siguiente les hizo
un desayuno especial con cuajo de leche de cabra y miel, ambos estaban
radiantes pero silenciosos, ella tampoco habló. Durante el día les enseño a
ordeñar y después estuvieron haciendo quesos. Ya se tenían que haber ido pero
no podían.
Por la noche la chica le sacó
el tema de lo que había pasado, ella no se había dado cuenta, pero él se lo
había contado todo. La vieja le dijo que si querían aprender tenían que hacer
lo que ella dijera. Que lo hablaran.
Al rato volvieron de la mano,
la vieja les explico, lo del intercambio de energía y lo del ser andrógino y
que si ellos lo aprendían era para enseñarlo a su vez a otros, en la ciudad o
donde fuera asintieron.
Ven guapo le dijo, llevándolo
a su camastro y tu obsérvame, le dijo a la chica. Se subió sobre el pene del
chico y pronto lo llevó al orgasmo, aspiro su eyaculación y su energía, la
chica vio la llamarada. Ven guapa, la beso soplándole parte de la energía, se
le nublaron los ojos a la chica, le quito la ropa y la tumbón junto al chico,
daros la mano, les dijo mientras metía su cara en el sexo de la chica, sopló y
le quemo; beso, succionó y la volvió loca, cuando se corrió le dijo ya estás
abierta y beso con sus labios empapados de flujo vaginal al chico soplándole
parte de la energía del orgasmo. Ahora hacer el amor, sin preocuparos de nada;
la vieja daba vueltas a su alrededor acariciando sus cuerpos y moviendo la
energía de ambos, se corrieron varias veces y absorbió sus orgasmo rápidamente
besándolos con fuerza. Cuando terminaron recorrió, soplando con su boca, sus
columnas vertebrales, recreándose en el coxis.
Al día siguiente por la
mañana, los despertó y les lavó los sexos con agua, se tumbó en el camastro he
hizo que la chica se montaran a horcajadas sobre su cara y que el chico la
penetrara. Debían sincronizar los orgasmos para provocar un bucle perfecto;
tras varios orgasmos fallidos, llego la descarga; tres orgasmos simultáneos
rotando su energía en círculo a través de los tres cuerpos, la santísima
trinidad. Se sintieron desfallecer.
Volver pronto les dijo al
marcharse la joven pareja; a partir de ese día no buscó más hombres, las
arrugas aparecieron en su cara y aunque los chicos iban a menudo, no faltaban
un mes; ya no era como antaño y ella se sentía desfallecer. Se apagaba y ellos
lo sabían.
Pronto la chica ocupó la
posición central, acostada boca arriba en el círculo energético, la anciana se
ponía de cara al chico y durante el orgasmo múltiple besaba su boca. La chica
cada vez era más fuerte y ella más débil.
Vendió sus cabras y marchó al bosque,
se despidió del abuelo, el árbol centenario con el que hablaba, y buscó una
grieta donde tumbarse, en medio de un torcal de difícil acceso. Se sonrió y
exhalo su último suspiro; ascendiendo a la luz pudo ver los buitres acudiendo a
su llamada.
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