Todos
tenemos heridas profundas en nuestro interior; heridas emocionales en el
interior de nuestra mente, fruto de la herencia recibida por parte de la
neurótica sociedad en la que vivimos; más otras heridas, en el interior del
espíritu, que podríamos incluir dentro del concepto de karma; fruto de nuestras
anteriores encarnaciones y que se ponen de manifiesto para limpiarlas o
cumplimentar sus aprendizajes.
Esas
heridas que conforman nuestra personalidad traumática tienen la finalidad de
impulsarnos en su superación, con la finalidad de transcender nuestras
tendencias autodestructivas, que nos apartan de una vida plena. También es
verdad que, mientras estamos sujetos a nuestros condicionantes traumáticos, por
tanto encadenados al sufrimiento, es difícil valorar y aceptar que nuestras
heridas a sanar son el camino de nuestra propia transcendencia.
No voy a decir que el bebé nace con el
único impulso de amar y ser feliz, pues ya ha adquirido por
ósmosis emocional las neurosis de la madre durante su gestación; si se ha
gestado en un mal útero, como decimos en terapia regresiva, la angustia puede
estar ya anclada en él; eso unido al trauma del nacimiento, donde se marcan todas
las características traumáticas de origen kármico que después se afianzaran
durante la infancia. El espíritu, al
escoger un feto en el que encarnarse, y decidir voluntariamente las pruebas y
aprendizajes que desarrollara en esa existencia, si está anidado por ese
impulso de búsqueda de la felicidad; que (aunque después a lo largo de su
gestación e infancia irá siendo tapado por múltiples capas de personalidad
traumática) permanecerá en lo más hondo de nuestro ser como una búsqueda
anhelante de amor y felicidad. Búsqueda que como resultado de nuestras
tendencias egoicas confundiremos con la posesión, el deseo, el dinero, el
poder, la fama, el sexo, etc.
Dicen:
doblega tu voluntad, destruye tu ego.
Si
perdemos nuestras manos, ¿Cómo haremos la voluntad del cielo?
Conócete
a ti mismo, repiten sin cesar. Pero ¿quién se atreve a mirarse de verdad frente
al espejo?
Como
ya dije una vez, tengo los 7 pecados capitales… y mis virtudes son infinitas.
¿Te atreves a reconocértelas a ti misma?
Todos
esos patrones traumáticos de nuestra personalidad que conforman nuestro ego,
palabra que no deja de ser un concepto mental creado por Freud en el siglo xix;
por lo que, como muy bien dicen los budistas, no tiene sustancia. Se traducen a
nivel energético en bloqueos o zonas de energía oscura en nuestro cuerpo
astral. Por eso hablo tanto de limpiar nuestra energía, es decir,
de eliminar esos bloqueos, de sanar nuestros problemas emocionales e ir
liberando esos patrones traumáticos de nuestra personalidad. Porque no
olvidemos que para transcender nuestro ego, debemos antes sanarlo.
Para
liberarnos de los condicionamientos traumáticos de nuestra personalidad, en
primer lugar debemos ser conscientes de ellos y aceptarlos, ese es el primer
paso para liberarlos. Si está anclado su origen en nuestro inconsciente por ser
demasiados traumáticos, deberemos recurrir a alguna terapia que nos ayude a
adentrarnos en nuestro inconsciente para liberar esos patrones inconscientes. A
mí personalmente las que mejor resultado me han dado y mis preferidas son las
regresiones, el Reiki y últimamente la terapia de luz; aunque sé que hay muchas
otras muy válidas como la respiración holotrópica, la gestalt, sonido, etc. No
descarto la validez de ninguna terapia, siempre que sirva para el momento y el
nivel de conciencia de la persona que necesita ayuda. Además, la meditación no
deja de ser una excelente herramienta de autoconocimiento, combinada con las
regresiones, y el Reiki a mí me ha dado unos resultados espectaculares.
“El problema de los patrones inconscientes
que conforman los patrones traumáticos de nuestra personalidad, es precisamente
eso, que sean inconscientes...
En el momento que nos hacemos conscientes
de ellos, y de su origen, empiezan a disolverse por sí mismos.
Dando paso a una personalidad más libre y
a una vida más plena.”
De
todas formas nuestro ego y nuestro karma no se transciende porque se anulen,
sino cuando conocemos completamente todos sus vericuetos y artimañas para
dominarnos, solo cuando conocemos íntimamente nuestros condicionantes podemos
expresarnos en libertad.
Como
muy bien dice el maestro zen Dohushô Villalba, transcendemos nuestro yo
egoico-mental cuando comprendemos que somos algo más que nuestra actividad
mental. En ese momento, nuestro ego pasa de esclavizarnos a ser nuestro más
fiel servidor.
Extraido de mi libro "En la Laguna Estigia. Guía para un Médium del S. XXI" y del nivel avanzado de la Escuela de Luz/Médiums.
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