Un verano se desato un pavoroso incendio en un bosque cercano y el viento dirigió el fuego rapidamente hacía la aldea, todos sus habitantes corrieron en dirección opuesta, incluido el monje, pero llegaron a un pequeño arroyo, que se encontraba muy crecido debido al deshielo, algunos de los más impetuosos intentaron cruzarlo, siendo arrastrados por las tumultuosas aguas. Mientras cundia el desconcierto, el monje zen corrio hacía la aldea.
Al rato volvió con un hacha en la mano y sin decir nada se puso a cortar un arbol, algunos lo miraron y se dijeron el monje se ha vuelto loco, pero al rato otros entendieron y corrieron hacía sus casas en busca de hachas, aunque el fuego ya devoraba las primeras casas, volvieron con hachas y se pusieron a cortar arboles, al poco habían construido un precario puente de troncos para cruzar el arroyo.
El fuego se acercaba y los vecinos entre empujones y gritos cruzaban el puentecillo mientras el monje se limitaba a dejarlos pasar ayudandolos a subirse a él. Solo cuando hubo pasado el último de los aldeanos y cuando ya las llamas lamian sus ropas y el humo asfixiaba sus pulmones, se decidio a pasar el monje, poniendose a salvo con el resto de sus hermanos.
Solo eso, sin hablar, sin dirigir, solo una actidud de ayuda desinteresada.
Si siento eso en mi corazón, porque me cuesta tanto trabajo ponerlo en práctica, he hecho mios los cuatro grandes votos, pero no se porque no los expreso en cada uno de mis actos.
Primero se me dijo que no hablara, después que solo hablara desde mi corazón, y para colmo mi Dios interior no para de decirme que ya se expresa a través de mí, pero que no me doy cuenta...
O es verdad y hablo desde mi corazón y como espero que los demás me entiendan y no lo hacen, creo que no lo hago... o por el contrario estoy más loco de lo que creo y me lo invento todo...
Amor en todos vuestros actos
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