¡Os invito al baile de los ahorcados! Con sus mascaras
siniestras de rictus sonrientes. ¡Venid, Venid! No perdáis ocasión. No están
muertos, por lo menos de verdad; disfrutan del mayor placer, estar muertos en
vida.
¡Sed felices! Bailad al son de vuestras sogas, danzad ajenos
a vuestra voluntad; beber, reír, charlar, más olvidaros de soñar.
De noche o de día, pended de las sogas de la rutina, la
mediocridad y la hipocresía. No habléis de vuestro corazón, dejaros balancear
por vuestras creencias irracionales, vuestros deberes, vuestras culpas.
¡Acudid, acudid! Al baile de los ahorcados, todos sabemos
anudarnos la soga al cuello. Sólo hace falta querer, y seréis uno más en la
danza maldita de la humanidad. Todos os acogerán con ardor, no hay mayor placer
que la frialdad de la carne del ahorcado.
¡Abandonad esa desazón! ¿Para qué queréis un mundo mejor,
una vida mejor? Estiércol para cerdos, nada mejor que arrojar lejos el corazón.
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