Dicen que la noche es de los insomnes, como si la bóveda celeste
sembrada de tintineantes campanillas pudiera tener dueño. El reino de la noche
es de las sombras, de la luna, de las ilusiones; de los fantasmas reales e
imaginarios y de la dictadura de los recuerdos, pasados y por venir.
Fantasmas que recorren las calles, en busca de deseo; noches
de fin de semana de frustración disfrazada de diversión; ojos anhelantes que sueñan
con cuerpos ardientes; corazones apagados en busca de rescoldos humeantes.
Decepción tras decepción el baile de los insomnes recibe al sol.
Sombras que pululan en tu imaginación, como sabanas de
terciopelo al calor de tus recuerdos, te refriegas con ellas; al igual que tu
cuerpo cansado lo hace con las sabanas reales. Una y otra vez los fantasmas del
pasado te mantienen despierto, recuerdos que no quieren descansar; o quizás
seas tú el que realmente no quiere dormir, para no tener que despertar.
Castillos de arena podrida dibujados en un futuro que nunca
llegará, tu mente te engaña, ¿Para que dormir? Si puedo soñar en lo que ha de
venir; tortura sin fin. Te sientes vivo, planeando, recordando, anhelando; preguntándote
por tu locura sin final.
Si duermes, es como si te dejarás morir; que sabrán los
expertos que dicen que no duermes por motivos emocionales, físicos o incluso
espirituales. No duermes porque tienes miedo a morir, a dejarte llevar por la
noche sin fin. Estiércol para imbéciles, revestido de chocolate. No duermes
porque nunca pudiste dormir.
Desde el seno de tu madre no encontraste una noche en que
las estrellas se apagaran para cobijarte en brazos de Morfeo. Esquivo Dios, de
crueldad insondable que castigó tu descanso con su ausencia. Duermes pero no
sueñas, cuando despiertas sueñas; espíritus reales a tu alrededor, no son
fantasmas de tu percepción, recorres sus mundos, que también es el tuyo, el de
la sombra y el de la luz.
Cierras los ojos y descansas, arropado por un sedante o por
el alcohol; te engañas, te sientes como ese niño que duerme bajo el abrazo cálido
del amor de su madre; no lo conociste aunque abrigaste a tus hijas así.
Desnudas tu alma sin encontrar las cálidas ropas de tu traje
de dormir; se te quitan las ganas de acostarte y te rebelas, contra los que se
tumban y creen dormir, contra los que roncan como si no escucharan los sonidos
de la noche, contra los que duermen toda la noche y creen que al levantarse
están despiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario