Nos dicen que el camino es la aceptación incondicional de
nosotros mismos y de los demás, puerta al amor propio y ajeno; pero en un mundo
de opuestos si nos aceptamos, a la vez nos rechazamos, cada vez que intentamos
aceptar algo en nuestra vida automáticamente también lo negamos y ese esfuerzo
titánico por aceptar nos sume en una lucha constante con nosotros mismos y
nuestra realidad. De la misma manera cada vez que rechazamos, renegamos de una
parte de nosotros, de una emoción, de un acontecimiento de nuestra vida, lo
estamos atrayendo hacia nosotros, dándole fuerza en nuestra existencia.
El Shin Jin Mei texto budista chan (Zen) chino nos dice
en su primera estrofa: “La vía no es fácil ni difícil se trata de no escoger ni
rechazar”. Podría estar diciéndonos lo anterior. Está es su traducción moderna
del chino antiguo, ¿quién nos dice que la persona que lo tradujo sabía de qué
estaba hablando y no buscó una metáfora aproximada? En Chino se escribe en
ideogramas no en palabras, al igual que nuestras palabras evolucionan con los
siglos también lo hacen los ideogramas, cualquiera puede entender que su
significado cambie tras mil años. Es evidente que hay una tradición, la del
zen, que se ha mantenido ininterrumpida durante siglos hasta hoy en día,
transmitiendo su esencia, ¿pero hasta qué punto? ¿No podríamos estar ante un
caso de bebedores de sopa de pato?
Voy a centrarme, cada 28 días la oscuridad triunfa en
nuestro cielo (Luna nueva), a su vez cada 28 días la luz triunfa (Luna llena),
es fácil de entender; si vamos a los solsticios, en el de invierno triunfa la
oscuridad y en el de verano triunfa la luz. Pero nadie vence, somos luz y
oscuridad, todo es luz y oscuridad.
La famosa frase de Aristóteles: “Conócete a ti mismo”,
repetida hasta la saciedad, no habla de acéptate a ti mismo. En el zen se dice
que contemplar es hacerse íntimo con uno mismo y hacerse íntimo con uno mismo
es olvidarse de uno mismo hasta que las costumbres del karma caigan, tampoco
habla de aceptar nada. Será la solución observar, observarnos a nosotros
mismos, nuestras reacciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos sin
intentar comprenderlos.
Pero si decidimos observar ya estamos implicándonos en lo
que observamos, si decidimos no analizar ya estamos analizando lo que
observamos. Los taoístas hablan del Wu Wei, traducido por no hacer, si no
hacemos también estamos haciendo algo, decidiendo algo, y ¿si sólo pudiera
traducir esa expresión el que la experimenta y si experimentándola no se
pudiera comunicar? ¿Cómo puede comprender la mente individual a la mente
colectiva?
Cada opinión, cada juicio de valor, cada pasión nos aleja
del despertar pero todo lo que hacemos por encontrarlo también. Abre tu cuerpo,
abre tu mente y abre tu espíritu, deja que las barreras entre el interior y el
exterior caigan, vive la vida con su luz y su oscuridad y no te esfuerces en
buscar lo que ya reside en ti.
“En
mi vejez sólo aspiro a la quietud.
Nada
del mundo me ha de interesar.
Lo
único que quiero hacer
es
volver al bosque de mi antiguo hogar.
La
brisa que suspira en el pinar
agita
mi traje desabrochado.
Al
claro de la luna de los cerros,
taño
mi laúd reposado.
Me
preguntas por qué estoy tan despreocupado.
¡Ven
a escuchar la canción de los pescadores río adentro!
En
ella vibra mi corazón.
Wang Wei. S. VIII d. c.
Poemas de Tang. Edad
de oro de la poesía china. Catedra. 1992
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