Si estás a oscuras en una habitación cerrada y enciendes
una cerilla, ves un poco a tu alrededor…
Si prendes una vela casi puedes ver toda la habitación…
Si enciendes una lámpara, la ves por completo, hasta los
rincones…
Pero si abres puertas y ventanas y dejas que entre el
sol, la habitación se ilumina por completo, además de recibir calor
calentándose…
La luz es más fuerte que la oscuridad, no es una frase
más, es una evidencia. Aunque eso no quite que muchos aspectos de nuestra vida
estén dominados por la oscuridad, incluso a veces, la mayoría de nuestra
existencia la pasamos en la oscuridad pero eso es porque no hemos encontrado la
forma de encender nuestra luz.
Cuando aprendemos a hacer la burbuja de luz, encendemos
una cerrilla; al sentir nuestra propia luz, encendemos una vela; en el momento
que nos conectamos a la dimensión luminosa, y nos situamos en ella una y otra
vez, a la vez que buscamos con ahínco la fuente de luz pura, es como si
encendiéramos una lámpara. Sólo cuando aceptamos lo que vemos, lo que somos y
lo que sentimos, somos sinceros con nosotros mismos, nos aceptamos con nuestros
claros y oscuros, nos reconocemos nuestra naturaleza divina y comenzamos a
olvidarnos de nosotros mismos, sólo entonces el sol comenzará a brillar de
forma incandescente en nuestro interior, iluminando todos los rincones de
nuestra existencia, sin que nadie pueda apagarlo.
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