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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

sábado, 1 de marzo de 2014

Las pasiones



Suelo contar a menudo esta anécdota ocurrida en el monasterio zen de la Morejona (Sevilla). Durante la meditación, a veces, el maestro interrumpe la misma para que los practicantes hagan preguntas. Una monja de cincuenta y tantos años se acercó y le preguntó al maestro─: ¿Las pasiones son malas? ─este le respondió─: a tu edad ya deberías de saberlo. Tras varias personas una chica de veintipoco preguntó de nuevo sobre el tema─. ¿Entonces las pasiones son malas? ─El maestro la observó y le preguntó a su vez ─: ¿Qué edad tienes?
─Veintitrés ─respondió ella─. Tendrás que vivirlas para saberlo ─dijo el maestro abriendo los brazos.
Vivir ese es el secreto, la vida es un don, una oportunidad que se nos ha otorgado. Amen, odien, enamórense hasta entregarse en cuerpo y alma y después sufran el desamor, no repriman sus anhelos ni sus ansias, no luchen con ustedes mismo, no teman a la vida, sumérjanse en el mar de las pasiones con todas sus consecuencias, créanse dueños del ser amado, equivóquense adoptando sus deseos y sus celos como la única verdad posible; quieran… con felicidad, con dolor. Disfruten de la felicidad de estar enamorados y sufran con el dolor del desamor, pero entiendan que es la oscilación de un péndulo, entre placer y dolor, entre amor y desamor, entre afecto y odio, entre confianza y celos, entre compartir y poseer, entre vivir y morir, y ese péndulo tiene un centro, ese centro eres tú, es tu interior, sentirte viva, sentirte amada a ti misma y sentir tu propia divinidad.
No dejemos que el péndulo de la vida nos vuelva más locos de lo que estamos, centrémonos en buscar su punto de equilibrio, su centro, donde se superan nuestras contradicciones y la búsqueda de alguien que cubra nuestras carencias afectivas ya no tenga sentido; centrémonos en el amor que transciende cuerpos, mentes y espíritus. Pero para eso antes hay que vivir, experimentar, sean castos y no entreguen su cuerpo sólo por amor, sean castos y lleven el amor al deseo sexual de poseer a otra persona, llenen de amor a sus relaciones sexuales, a sus amistades, a sus familiares y a sus parejas y olvídense de sufrir por lo que esperan y no tienen.
Encuentren calor en el sexo, en la demostración de afecto, en la palabra amable y el frio en el calor de la pasión ardiente, en el desagrado del otro, en la intolerancia a otras formas de entender la vida. En definitiva vivan con todas sus consecuencias pues no hay nada peor que sentirse muerto en vida, y si ese es el caso celebren su propio funeral y enciendan sus propias velas por su alma, todo en la vida tiene su sentido.

















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