lunes, 30 de diciembre de 2013
domingo, 29 de diciembre de 2013
El niño sin sombra. Cuento infantil
El niño se levantó de la cama como otro día cualquiera,
entró en el cuarto de baño y después desayunó un poco medio adormilado. Su
madre lo dejó en el colegio y pasó las primeras horas entre la apatía y el
sueño atrasado. Salió a jugar al patio, aunque tenía amigos no era
extremadamente sociable. Lucía un sol radiante y pronto estuvo sudando a pesar
de ser invierno, ya casi al final del recreo alguien observó algo raro.
Uno de sus amigos empezó a decir que no tenía sombra, el
niño no recordaba cuando fue la última vez que tuvo sombra, la verdad es que es
algo que uno no va comprobando continuamente, y no tenía ningún motivo para
preocuparse por si tenía sombra o no, lo normal es que este te acompañe a todos
lados. Sus amigos se pusieron en fila junto a él y todos proyectaban sus
propias sombras, faltaba la suya, todos se quedaron en silencio. En ese momento
sonó el timbre del final del recreo y todos volvieron a la clase. Uno de sus
amigos de por naturaleza muy hablador le comentó al profesor lo sucedido, este
miro a ambos niños y dudó por un momento, antes que sus preocupaciones como
profesor de una clase de más de 20 niños le devolvieran a su realidad.
Pasó el resto del día y nadie más se acordó de la sombra,
ni siquiera el niño. Al acostarse se acordó y bostezando le contó lo sucedido a
su mama, esta le dijo que no tenía importancia y que se durmiera. La madre al
salir del cuarto le contó lo que le había dicho el niño al padre que estaba
viendo la televisión.
─¿Crees que deberíamos llevarlo al psicólogo? ─preguntó
ella. ─Si empieza a inventarse cosas igual es algún problema.
─No creo ─respondió el padre.
Vinieron varios días en que estuvo nublado y nadie se
acordó más de lo sucedido, pero el niño empezó a mostrarse triste pues cada
noche tenía un sueño en el que estaba en el patio del colegio y no tenía
sombra, además su cuerpo se iba aclarando hasta casi desaparecer.
Como siempre sucede, volvió a salir el sol y nada más
salir al recreo uno de sus amigos empezó a gritar que no tenía sombra, al poco
todos los niños estaban arremolinándose alrededor, pero no veían nada pues
tantas sombras tapaban la posible sombra del niño. Varios niños mayores
pusieron orden y todos se quedaron en silencio mientras el niño se ponía en
medio sin que apareciese su sombra. Una cuidadora se acercó para ver que
sucedía, no se dio cuenta al principio pues sólo veía a un niño rodeado de
otros niños, iba a mandarlos a jugar de nuevo cuando uno de los mayores le dijo
que el niño no tenía sombra. La cuidadora lo miró intentando asegurarse de que
lo que veía era cierto, cuando salió de su asombro se acercó al niño y le
pregunto si estaba bien. Claro que estaba bien, él sólo quería seguir jugando
que más da que tuviera sombra o no.
Llamaron a su madre, está acudió inquieta pues no sabía
si le habría sucedido algo al niño, el que no le hubieran querido decir que
sucedía por teléfono dejaba claro que enfermo no estaba y que o bien se había
portado mal o era un tema de agresiones, y su hijo no era de los que pegaban,
así que muy posiblemente sería que le habían pegado. Su extrañeza aumentó más
cuando la recibió el director y le dijo que la acompañara que no podía
explicarle lo que sucedió sin que viera antes algo, la tranquilizó diciendo que
el niño estaba bien y que no había sucedido nada malo.
Recogieron al niño en la clase y si bien estaba cabizbajo
no parecía tener señales de que le hubieran pegado. El director insistió en que
al llegar al patio lo entendería todo. Allí se pusieron bajo el sol invernal y
el director le preguntó a la madre si no veía nada extraño en su hijo, ella
miró a su hijo una y otra vez sin advertir nada, cada vez estaba más
malhumorada.
─Su hijo no tiene sombra, señora ─dijo secamente el
director. Ella pensó que estaba loco o que ella estaba soñando pero miró a su
hijo y efectivamente no tenía sombra, pero eso no podía ser. En cualquier
momento se despertaría y todo volvería a ser normal. Pero no se despertó.
Esa tarde la madre fue con su hijo a urgencias, no sabía
dónde ir y ella estaba entrando en un estado de nervios que amenazaba con
necesitar medicación. Con cada enfermera o médico se repetía la misma historia,
ella contaba lo del problema de la falta de sombra de su hijo, todos la miraban
como si estuviera loca y tras mucho insistir consentían en poner una lámpara de
mesa contra el niño para ver que su sombra no aparecía en la pared. Todos se
quedaban sin habla y la remitían a un nuevo especialista, pronto se vio
recorriendo los pasillos del hospital con una comitiva tras ellos digna de un
visitante famoso.
Cansada decidió volver a casa y tras suplicarle llorando
a su marido que no estaba loca le tuvo que demostrar, haciendo de nuevo lo de
la lámpara que su hijo no proyectaba sombra. Como podéis imaginar el niño no
entendía nada pues él aunque se encontraba bien cada vez estaba más preocupado
porque si su madre se ponía a sí era que lo de no tener sombra sería muy grave,
total si a fin de cuentas la sombra no sirve para nada.
Siguieron varios días en que la sorpresa inicial dio paso
a la costumbre y ya casi nadie hacía caso a su falta de sombra, pero él se
notaba raro era como si su piel fuera un poco más clara. En su casa nadie
comentaba nada a la espera de un encuentro con un eminente neurólogo
especializado en casos raros de origen cerebral.
Todo iba bien hasta que comentando el caso las madres en
la puerta del colegio a una se le ocurrió preguntar en voz alta, si aquello de
no tener sombra no podía ser algo contagioso; la histeria se apoderó de las
madres pues si nadie sabía lo que era igual era el síntoma de algo más grave.
Al día siguiente faltaron niños al colegio y un grupo de
madres insistió en ver al director, ante la falta de explicaciones de este,
decidieron no llevar sus hijos al colegio. Los otros niños empezaron a no
querer jugar con él y la falta de asistencias motivó una inspección escolar
sanitaria. Lo miraron por todos lados de su cuerpo y determinaron que no tenía
síntoma contagioso alguno. Pero uno de los inspectores observo la excesiva
claridez de su piel y no le pareció normal por lo que recomendó que no se
mezclara con otros alumnos.
Pronto estuvo sólo y nadie se acercaba a él, sus padres
ante la falta de resultados de la visita la eminente neurólogo, decidieron que
sería mejor que no saliera a la calle, sobre todo desde que su caso había
salido en las noticias y no dejaba de haber periodistas en la puerta de la
casa.
El niño se pasaba la mayor parte del tiempo en la cama y
observaba con miedo como veía sus venas a través de la piel. Aquello no podía
seguir así pero no sabía qué hacer. Sí su sombra se había marchado igual podría
volver si la llamaba, gritó hasta que le dolió la garganta pero seguía sin
reflejar nada en la pared al ponerse delante de la lámpara; se pintó con
rotuladores por el cuerpo sin resultado, todo era en balde.
Esa noche durmió y soñó que volvía a tener sombra pero al
despertarse vio que todo seguía igual, perdió las ganas de comer y de
levantarse de la cama.
Cada noche soñaba que tenía sombra pero al levantarse no
sucedía nada y su piel aclaraba más, ya podía ver sus huesos.
Pensó que podía preguntarle al sueño cómo hacer para
tener sombra también despierto. Se durmió varias noches con la idea de
preguntarle al sueño pero por la mañana no obtenía respuesta. Como no comía ya
no se levantaba nada más que para ir al cuarto de baño, a su madre la tuvieron
que ingresar con una crisis nerviosa y una tía suya lo cuidaba mientras su
padre trabajaba. Su padre se sentaba junto a él cuando volvía del trabajo y se
quedaba mirándolo en silencio, tampoco entendía nada.
Durante una siesta, se vio jugando en un prado al pronto
le llamó la atención que nada tenía sombra, no era él el único que no tenía
sombra. Se encontró a un anciano con barba blanca y pelos largos blancos, el
niño le hablaba pero no podía escuchar lo que le contestaba el anciano, gritaba
en el sueño porque quería volver a tener sombra pero las palabras del anciano
no llegaban a sus oídos. Despertó sobresaltado y gritando, su tía lo
tranquilizó como pudo. Mientras estaba entre sus brazos, decidió que si él
quería tener sombra la tendría y trabajaría todo el día para tener sombra.
Sólo pensaba en eso, en tener sombra; seguía comiendo
poco y se pasaba el día acostado, pero cada mañana se miraba en la pared con
una luz detrás para ver si proyectaba sombra, no la veía pero él seguía
concentrado en tenerla. Un día creyó ver su sombra y fue corriendo a decírselo
a su tía, esta como pudo le dijo que ella no veía nada, pero de pronto cayó en
la cuenta que la piel del niño no estaba tan clara y se echó a llorar.
Sin decirle nada al padre los dos se pusieron pensar en
que el niño volvía a tener sombra y aunque pasaban los días y está no volvía,
si era verdad que su piel cada vez era menos clara. Los médicos dijeron que
parecía una reversión de los síntomas. Al escuchar esta noticia la madre se
recuperó y volvió a casa, se encerró con el niño en el cuarto y los tres, el
niño, la madre y la tía pensaron en que la sombra volvía con su hijo.
Pasaron varias semanas sin que la sombra apareciese pero
la piel del niño tomo su color normal. Hasta que una mañana vieron pagada al
suelo, en la pared donde debería proyectarse la sombra del niño una pequeña
figura oscura que se movía como el niño, parecía un bebe sombra. Lloraron de
felicidad y como el sol estaba fuera salieron a la calle, si bien la sombra no
era más grande, a la luz del sol si era más oscura. Un especialista en algo que
ni ellos mismos recuerdan les dijo que quizás la luz del sol ayudaría a crecer
a la sombra. Caminaban bajo el sol y pasaban horas sentados recibiendo sus rayos,
poco a poco la sombra crecía hasta casi ocupar su tamaño real. Llegó la hora de
volver al colegio.
Al principio los niños lo esquivaban, más por la presión
de sus padres que por otra cosa, pero pronto sus amigos volvieron a jugar con
él y su madre superó su crisis nerviosa.
Con el paso de los años al no quedar pruebas físicas ni
un origen de lo sucedido algunos especialistas estirados se atrevieron a
sostener que todo había sido debido a un episodio de alucinación colectiva.
sábado, 28 de diciembre de 2013
La princesa azul. Cuento infantil
Había en un país muy lejano una hermosa e inteligente
princesa que era el orgullo de su padre y la admiración de todos los
ciudadanos. Su padre, el rey, decidió que su hija era demasiado valiosa para
tomar como pareja a cualquiera y conociendo, por su cargo real, como eran de
fantasmas los nobles y ricos del lugar que no paraban de cortejarla, después de hablar con su hija llegaron al acuerdo de que lo mejor era
confinarla en una torre desde donde ella podría escoger al pretendiente
adecuado. La Princesa Azul sólo puso como condición que le permitieran llevarse
como mascota al dragón que la maga del reino le había regalado por su mayoría
de edad; el dragón estaba conectado por un hechizo al corazón de la princesa,
por lo que cuando ella estaba contenta no paraba de gruñir y echar pequeñas
llamaradas por los boquetillos de la nariz pero cuando se enojaba, bueno cuando
se enojaba mejor no estar por allí. La Princesa Azul le puso corazón de nombre
a su dragón por motivos evidentes.
La princesa y el dragón lo pasaban muy bien en su torre,
ella estaba en la habitación más alta y debajo dormía el dragón, gracias a eso
hacía tanto calorcito en su cama que podía dormir en tirantes y pantaloncitos
cortos, cuando llegaba algún pretendiente por la noche a cantarle alguna
serenata al salir ella al balcón con tan poca ropa los dejaba afónicos con su
belleza; pero como ella era tan inteligente no se dejaba convencer con halagos
y falsas promesas de amor, en esos momentos corazón intervenía y la mayoría de
falsos pretendientes huían colina abajo con sus pelos chamuscados, hasta los
del pecho.
Todos los días paseaba a lomos de su dragón, corazón la
llevaba por todos los rincones del país y saludaban a todos sus habitantes que
estaban muy orgullosos de su buen sentido común.
Un día llegó un noble con verdaderas promesas de amor, a
la princesa le pareció que podría ser una buena pareja y usando la lógica le
dijo que pasaría una temporada en su castillo para tomar la decisión
definitiva, el noble afirmó que sólo su presencia colmaría su corazón para toda
su vida aunque terminara rechazándolo. Corazón se relamió preguntándose si
tendría la oportunidad de comerse un hombre tan bien alimentado.
Tras varios meses la princesa empezó a encontrarse
triste, corazón cada vez estaba más afligido y había perdido su apetito, en
lugar de la vaca que se comía cada día ahora se conformaba con una cabra; la
delgadez de corazón empezó a preocupar a la Princesa Azul. Aunque el noble la
colmaba con todo su riqueza sin negarle el más mínimo deseo, incluso llegó a
subirles el sueldo a los sirvientes y empleados del castillo porque a ella le
pareció que estaban mal pagados.
Pero ni su corazón ni el dragón pudieron llegar a sentir
algo auténtico por aquel hombre. ¿Cuál era el problema? Pues el problema era
que aunque noble la tenía muy bien atendida y la princesa no tenía que trabajar
ni preocuparse de nada, él pensaba que la mujer tenía que obedecer al hombre,
estar siempre a su disposición y nunca salir sin él. Ella se sentía como un
pajarillo enjaulado y una noche sin luna partió a lomos de corazón de vuelta a
su torre.
Allí pasó otra temporada hasta que llegó un hombre aunque
sencillo muy rico; tenía tierras y molinos de cereales y le gustaba trabajar el
mismo. La Princesa Azul cansada de no hacer nada pensó que un poco de trabajo
no le vendría mal. Se fueron a la casa del campo del hombre y princesa se
divertía limpiando, cocinando e incluso cultivando un pequeño huerto; hasta
corazón ayudaba recogiendo las vacas que se extraviaban, lo único que tenían
que ponerle un bozal para que no se las comiera todas.
Pero de nuevo tras varios meses, la princesa empezó a
sentirse cansada, el trabajo era constante, no se podía imaginar que una casa
de campo diera tanto trabajo y aunque el hombre era bueno, sólo quería trabajar
y nunca iban a fiestas o de viajes; por lo menos su cuerpo se había puesto
fuerte. Al poco en cuanto llegó la siguiente noche sin luna, partieron ella y
su dragón con gran alivio de corazón cansado de perseguir vacas a las que no
podía comerse.
Su padre comprensivo siguió alimentando a ambos en la
torre y eso que corazón necesitaba de mucho dinero dado su apetito voraz.
Pasaba el tiempo y Princesa se decía si no sería mejor
quedarse en la torre con corazón y disfrutar de aquel lugar con lo que había
aprendido en el campo ya podía cuidar ella sola de la casa y cultivar un huerto
para alimentarse; el único problema era alimentar a corazón que necesitaba una
vaca al día y su padre no iba a consentir con ese gasto para siempre.
Cómo estaba cansada de hombres con dinero en cuanto
aparecía un carruaje lujoso corazón se lanzaba desde la torre y le chamuscaba
el techo.
Al tiempo llego un deportista, el mejor del lugar; pensó
que no estaría mal, hacían carreras, subían montañas, nadaban en lagos y lo
mejor es que los fines de semana salían a bailar; poco a poco se fue sintiendo
mejor y aprendió a divertirse; el problema era que el deportista competía mucho
y no estaba seguro de querer un compromiso para siempre. A ella le gustaba
mucho pero necesitaba en su vida alguien que se hiciera cargo de corazón y con
el deportista el dragón corazón tenía que quedarse muchas noches sólo en casa.
Volvió a la torre, tras varios intentos con un
carpintero, … y un masajista, que tenía unas manos de maravilla. Un día
mientras jugaba con la cola del dragón que dormitaba pensó que era una mujer
inteligente y fuerte, y que como había aprendido a trabajar podría buscar un
trabajo y buscarse una casa y mantener ella a corazón.
Sin dudarlo se fue a la ciudad, se puso a trabajar y
buscó una casa con un jardín para su dragón corazón. Al principio trabajaba
mucho y cobraba poco pero por lo menos ya no tenía que aguantar la procesión de
pretendientes y dragón estaba contento trabajando paseando a los niños, aunque
para tranquilizar a los padres le tuvo que poner un bozal.
Los días que hacía bueno y no tenía que trabajar paseaba
con corazón por el parque de mascotas, bueno en realidad era de perros pero a
ella le gustaba llamarlo de mascotas para no sentirse rara llevando a un dragón
de paseo. Los perros se habían acostumbrado al dragón y este a pesar de que se
los hubiera comido a todos, por culpa de su bozal no le quedaba más remedio que
aletear tras ellos.
Un día en el parque de mascotas conoció a un hombre
interesante, era agradable y la trataba con respeto y aunque no tenía pareja no
se le insinuaba como la mayoría de los hombres. Cada vez pasaban más tiempo
juntos y ella le invitó a ir a su casa para conocerse mejor. Corazón echaba
pequeñas llamaradas por los orificios de la nariz.
Al tiempo como se gustaban decidieron irse a vivir
juntos; a la Princesa Azul le gustaba porque no le pedía que le obedeciera, ni
que limpiara la casa o trabajara, ni esperaba que hiciera las mismas cosas que
él. Hablaron de casarse en varias ocasiones y si tendrían niños pero no se
plantearon obligaciones dejando que la vida fuera llevándolos a su ritmo.
Y este cuento se ha acabado y no podemos decir que fueron
felices y comieron perdices pues ambos, como les gustaban tanto los animales,
se habían hecho vegetarianos.
La primera noche
Una lágrima rueda sobre mi mejilla. El olor a
putrefacción impregna con su hedor toda mi habitación, aunque sólo esté en mi
mente, algo ha muerto y por mucho que lo desee no va a resucitar.
Se veía venir, pero me negué a aceptarlo, el olor a
cadáver hacía tiempo que llenaba la casa, las malas palabras, los silencios,
todo tenía que haberme hecho consciente de que la relación de mis padres estaba
muerta y sólo quedaba enterrarla. Y el entierro ha sido hoy.
Los dos han hablado conmigo, me han explicado que les
desagrada que esto suceda, que no quieren que me afecte. Palabras.
Mi vida se ha muerto con su relación. Desde que tengo uso
de razón tuve padres, no sé cómo es vivir sin uno de ellos. Sabía de otros que
les pasaba pero a mí no me iba a pasar, eso era a los demás. Mis padres no eran
así y resulta que sí lo son. Los odio.
Mama ha llorado toda la tarde, yo no, ¿para qué? Las
lágrimas no van a traer de vuelta a papa, aunque ni siquiera sé si él se quería
ir o es mama quien no quiere que esté aquí. ¿Qué más da? Todo es una mierda.
No puedo dormir, si por lo menos pudiera llorar de una
vez, tan sólo produzco estás patéticas lágrimas que ruedan por mi piel. Me lo
han explicado ambos, pero no lo entiendo, no entiendo nada, ni sus palabras ni
porqué se tienen que separar. Si siempre he vivido con ellos dos como voy a
entender que ya papa no esté. Tendré que adaptarme.
Eso haré, mañana me levantaré como si nada hubiera pasado
e iré al instituto y le comentaré está mierda a mis amistades, de pasada que no
se crean que me afecta. Aprenderé a vivir de nuevo, aunque un pozo sin fondo se
abra en mi corazón. Ahora que no piensen que les voy a sonreír cuando aparezcan
con otra pareja, que ni lo sueñen.
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