Cuenta el mito que Ícaro con la ayuda de su padre se
construyó unas alas enormes con plumas de aves unidas con cera. Con ellas ambos
escaparon del lugar donde se encontraban encerrados. El padre antes de
emprender el vuelo advirtió a Ícaro que no volara muy alto pues el Sol
derretiría la cera de las alas, pero él, joven e impetuoso se dejó llevar por
el placer de volar y lo hizo cada vez más alto acercándose irremisiblemente al
Sol, al poco sus alas se deshicieron y cayó al mar ahogándose.
Por otro lado Jodorowsky comentaba en uno de sus libros
como el principal enemigo para nuestro despertar estaba junto a nosotros, las
personas que nos rodean no desean que despertemos, que podamos cambiar nuestra
vida, que pongamos en peligro el status quo existente y las relaciones
energéticas de beneficios secundarios que emanan de los conflictos personales y
familiares.
Cuando empezamos a ser conscientes y se produce una
apertura en la mente que nos permite ver la vida de otra manera, es como si nos
libráramos de un peso que teníamos encima, nos elevamos igual que Ícaro y
creemos que ya somos libres para volar. Tenemos tendencia a mirar sólo hacia
arriba y nos olvidamos de donde procedemos y lo que es más importante de los
elementos moldeadores de nuestra traumática personalidad que comienzan a
aflorar de su latencia en el interior de nuestro inconsciente. Si no estamos
atentos a su importancia y a la importancia de abordarlos, aceptarlos e
integrarlos en nuestra nueva visión de la vida pueden llegar a convertirse en
auténticos soles que derritan nuestras alas, haciéndonos caer una y otra vez
cada vez que intentemos levantar el vuelo.
Jodorowsky aconseja prudencia en publicitar nuestros
logros, en esto nuestra vanidad y nuestra necesidad de cubrir nuestra inmensa
carencia afectiva nos hará ignorar la advertencia golpeándonos de nuevo contra
el fango. Por otro lado el maestro zen Dokushô Villalba recomienda paciencia
para no correr delante de nuestros avances y actuar con pies de plomo no
lanzándonos a un irremisible vuelo de Ícaro por culpa de nuestra precipitación.
Además la adulación, los celos, las envidias, etc de los que nos rodean no son
una buena ayuda y existe el peligro de por una excesica precipitación e
ingenuidad que nos cansemos de intentar volar y nos hagamos a la idea de que
nada puede cambiar, renunciando a nuestras alas.
No debemos rendirnos pero tampoco actuar alocadamente. Todo
lo expuesto con anterioridad se puede entender y estar de acuerdo pero
realmente sólo lo comprendemos cuando pasamos por la experiencia.
Suerte, valor y confianza.
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