Había una vez un hermoso prado verde que estaba lleno de
flores, las había de todas las formas y colores. Nada más salir el sol todas
las flores se abrían y enseñaban sus maravillosos colores… todas menos una que
permanecía cerrada. A las flores les encantaba el sol y pasaban todo el día
hablando de lo agradable que era el calorcito del Sol en sus pétalos, las
abejas así como otros insectos volaban de flor en flor esparciendo por todos
lados motas de colores.
Un día tras otro las flores observaban que había una que siempre
estaba cerrada y empezaron a preguntarse qué le pasaría, algunas dijeron que
igual estaba mala, otras que a lo mejor estaba dormida y por algún extraño
motivo no sabría que había salida el sol. Pero pronto se olvidaban de ella pues
en cuanto calentaba un poco el sol no paraban de mirarlo y de comentar entre
ellas lo bien que se estaba.
Un día un crisantemo, que es una flor muy serio, decidió
que era hora de saber porque la flor no se habría nunca. Así que le habló a la
flor:
─Perdona amiga, pero todas estamos muy preocupadas porque
no te abres nunca.
La flor no pareció enterarse
─¿No te encuentras bien?─ le preguntó en voz alta.
─ Eh ¿qué pasa?─ dijo la flor desperezándose.
─Perdona que te molestemos pero es que nos gustaría saber
por qué no te abres como nosotras.
─Estaba dormida… es que a mí no me gusta el sol.
─¿Cómo? Que no te gusta el sol─, todas las flores se
llevaron a la vez los pétalos a la cabeza. No se lo podían creer una flor que
no le gustaba el sol.
─A mí me gusta la Luna y por eso no me abro de día sino
de noche─ prosiguió explicándoles la flor.
Las flores no entendían nada pues la noche era para
dormir… y además la luna, la luna no podía compararse con el sol. La luna no
daba calorcito.
Ese día transcurrió de forma revuelta y algunas flores
estuvieron tan trastornadas que les costó trabajo cerrarse al caer la noche. Pero
en cuanto la luna iluminaba la noche la flor nocturna se abrió alegrando la
cara de la luna. Un murciélago que divaga por el prado al ver la flor abierta
se posó en ella y bebió su néctar con deleite; porque como sabéis las flores
producen néctar que es un líquido muy delicioso y que atrae a los insectos,
algunos pájaros y hasta a nuestro murciélago despistado.
El murciélago siguió con sus divagaciones nocturnas, que
consiste en dar vueltas sin saber muy bien a donde se va, hasta que vio otra
flor como la anterior y sin pensárselo dos veces se posó también en ella,
depositando el polen de la otra flor germinándola, al tiempo se formó una
semilla que al caer al suelo, hizo nacer otra flor nocturna por lo que las
flores nocturnas cada vez se sintieron menos solas.
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