Una lágrima rueda sobre mi mejilla. El olor a
putrefacción impregna con su hedor toda mi habitación, aunque sólo esté en mi
mente, algo ha muerto y por mucho que lo desee no va a resucitar.
Se veía venir, pero me negué a aceptarlo, el olor a
cadáver hacía tiempo que llenaba la casa, las malas palabras, los silencios,
todo tenía que haberme hecho consciente de que la relación de mis padres estaba
muerta y sólo quedaba enterrarla. Y el entierro ha sido hoy.
Los dos han hablado conmigo, me han explicado que les
desagrada que esto suceda, que no quieren que me afecte. Palabras.
Mi vida se ha muerto con su relación. Desde que tengo uso
de razón tuve padres, no sé cómo es vivir sin uno de ellos. Sabía de otros que
les pasaba pero a mí no me iba a pasar, eso era a los demás. Mis padres no eran
así y resulta que sí lo son. Los odio.
Mama ha llorado toda la tarde, yo no, ¿para qué? Las
lágrimas no van a traer de vuelta a papa, aunque ni siquiera sé si él se quería
ir o es mama quien no quiere que esté aquí. ¿Qué más da? Todo es una mierda.
No puedo dormir, si por lo menos pudiera llorar de una
vez, tan sólo produzco estás patéticas lágrimas que ruedan por mi piel. Me lo
han explicado ambos, pero no lo entiendo, no entiendo nada, ni sus palabras ni
porqué se tienen que separar. Si siempre he vivido con ellos dos como voy a
entender que ya papa no esté. Tendré que adaptarme.
Eso haré, mañana me levantaré como si nada hubiera pasado
e iré al instituto y le comentaré está mierda a mis amistades, de pasada que no
se crean que me afecta. Aprenderé a vivir de nuevo, aunque un pozo sin fondo se
abra en mi corazón. Ahora que no piensen que les voy a sonreír cuando aparezcan
con otra pareja, que ni lo sueñen.
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