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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

viernes, 20 de diciembre de 2013

Repitiendo aprendizajes


Hoy me ha sucedido algo que no me pasaba desde hace 35 años, lo curioso es que las circunstancias han sido muy parecidas por lo que entiendo que he tenido que revivir ese suceso para aprender de él y liberar algún patrón kármico.
Os cuento, salía del supermercado de acompañar a mi madre a comprar, enfrente está el mercado y estaban quitando los puestos de vender cachivaches, es decir cosas que cogen de la basura o de segunda mano, el puesto tenía los hierros por el suelo que acababan de desmontar y llegó una furgoneta para recoger las cosas, al subirse en la acera pisó uno de los hierros que saltó y me golpeó la pierna, en ese momento solté un improperio mirando mis piernas “Me cago en los muertos”. Al instante escucho al hombre del puesto que se acerca a mí de forma violenta y no para de repetir “Te va a caga en los muertos”, sin darme tiempo a reaccionar me pega tres cachetadas seguidas a una velocidad increíble que me deja anonadado. Pero que hace este tío y el sigue repitiendo lo mismo como un poseso. Junto a él se ha colocado un chico que se ha bajado de la furgoneta, sin tiempo a reaccionar me da un empujón en el pecho, en Cádiz decimos un rachote, y me tira al suelo. Me levantó rápido pensando estos dos me dan una paliza. El hombre se viene para mi repitiendo lo mismo una y otra vez deseando que le dé un motivo para seguir agrediéndome, le digo que me ha golpeado un hierro y que no me estaba refiriendo a nadie en concreto, pero él sigue dominado por la ira sin atender a razones sólo mi actitud no violenta le impide seguir pegándome, se va y viene diciendo que si tuviera una pistola me mataba. En ese momento un indigente de los que paran allí se acerca a él con una botella de cerveza en una mano y poniéndole la otra en el pecho le dice que se calme; gracias a su intervención recogemos las cosas del suelo y nos marchamos. Mi madre sofocadísima por lo sucedido.
Sentí ganas de odiarle sin conseguirlo, más que rabia u odio sentía incomprensión y decepción por lo sucedido, no pude desearle mal y tampoco tenía sentido denunciarlo, todo ese jaleo, señalarse para una multa, no me merecía la pena. Mi reacción tan tranquila durante la agresión no puedo decir que fuera ni sangre fría ni cobardía, simplemente pasó todo tan rápido que actué sin pensar, no está en mi naturaleza usar la violencia e imagino que sería la falta de costumbre y de malicia.
35 años antes también me dieron unas bofetadas en la calle, al salir del colegio, por no llevar dinero, en público y una persona me ayudo. Esta vez estaba mi madre delante, aquella vez no se lo conté a nadie, pero creo que hoy debo contarlo.
Como dice un refrán lo que no mata engorda, y a veces hasta lo que mata. Lo que si tengo claro es que no soy nadie ni nada, es una buena lección de humildad, pero no tengo ganas de que se repita, que conste.
Como decía el periodista deportivo Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa, pero a mí me sigue oliendo a mierda.







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