A
veces creemos que huyendo de nuestros infiernos no nos alcanzaran sus llamas.
A
veces creemos que huyendo de la casa de nuestros padres seremos libres, cuando
normalmente nos llevamos nuestras hermosas cadenas puestas.
A
veces creemos que cambiando de pareja, de trabajo, de ciudad, de amigos
dejaremos de sentir las llamas de nuestros infiernos.
A
veces creemos que actuando y cambiando nuestras condiciones externas, las
llamas de dolor que brotan en nuestro interior desaparecerán, pero eso sólo
suele funcionar un tiempo, al principio, precisamente porque creemos. Creemos
en cosas que no tienen sentido, que no existen fuera de nuestra mente, sólo porque
sí, creemos en cosas que nos enseñaron, en valores y esperanzas que no tienen
ninguna evidencia de que conduzcan a la felicidad.
Y
mientras más creemos, hagamos lo que hagamos, más nos consume el fuego del infierno,
mientras el aire fresco del cielo se nos aleja irremediablemente. Cielo que
nunca alcanzaremos mientras no lo hagamos realidad en nuestra vida, no hay
salvación después de la muerte, si no pudiste salvarte en vida, ni paraíso, ni
sueños infantiles, mientras no dejes de creer en lo que nunca te ha hecho ni te
hará feliz.
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