Te busco en mi interior, más no te encuentro. Tú,
inseparable compañera de años de desdicha, ¿por qué me abandonas? O es acaso
que soy yo el que de nuevo me engaño, yo mezquino y traicionero que juegas
conmigo y me haces creer real lo efímeramente falso.
¿Dónde está el vacío que insuflaba mi alma? Te perdí y
perdí mi sentido, mi guía, mi vivir. Quedé sin anhelo. Me quieren, ¿Qué he
hecho yo para merecer esto?
Te espero, como al azul del doble click, más este no se
produce, me niegas tu lectura, sólo te pido tan sólo eso… aunque después
siempre vienen otras peticiones. Busco tu atención sin saber por qué, esfuerzo
inútil, ante la falta de soledad.
La paloma mensajera de mi amor voló, un halcón moteó de
sangre su blanco plumaje, más esa sangre no era suya, sangre de rapaz que no
pudo soportar la belleza del mensaje.
Te busco y no te encuentro, ya no estás en mí, sin embargo
me rondas, cantando tu lúgubre canción, pero no te puedo escuchar, con lo bella
que siempre me pareció tu canción.
Paseo entre la muchedumbre, que bebe, ríe y produce ruidos,
con una sonrisa en la cara, feliz, sin motivo, con una felicidad que a
diferencia de la provocada por el alcohol o las drogas no da ganas de hacer
tonterías, solo de estar.
No echo de menos nada, pero tú no estás y ni siquiera me
doy cuenta. El vértigo del vació de tu ausencia es ocupado por la serenidad del
presente, pero ese no soy yo, no era yo y se me olvidó recordar cómo era.
¿Vivir sin soledad es posible? Vivir es posible, lo demás
son todo añadidos.
Tu risa, se escucha en mis recuerdos. Sí tuviera memoria
podrías reír siempre para mí.
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