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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

martes, 14 de marzo de 2017

¿Me lo merezco?

Una amiga porteña muy querida me acaba de mandar un audio por WhatsApp contándome que anoche se durmió escuchando mi meditación y ha descansado como un bebé, llevaba varias semanas tomando pastillas para dormir pues tiene varios trabajos en el día, con mucho estrés, muchos desplazamientos por la inmensa Buenos Aires, y le costaba conciliar el sueño, pero anoche no tomo nada poniéndose una  de mis meditaciones y se durmió acunada por mi voz, como en tantas otras noches, con un sueño agradable y reparador. Quería darme las gracias por todo lo que la he ayudado y aportado a su vida y quería hacerlo con su voz, estaba agradecida por la luz y el amor que transmito a todas las personas que se me acercan; por descontado sus palabras me han emocionado, pero no son las únicas, en el último mes he recibido regalos en forma de palabras de agradecimiento y reconocimiento hacia mí, ya escribí una reflexión sobre mi amiga Suiza que me dijo que le había dado mucha vida. Hace unos días tras escribir la entrada, “Todas necesitamos follar más” alguien me dijo: “se nota que escuchas a las mujeres, que conectas con ellas y las entiendes, manifiestas tu gran sensibilidad y conciencia sobre el sistema. Eres un ser iluminado extremadamente maravilloso, y lo sabes”. Amén de otras felicitaciones.
Otras personas se han manifestado en términos similares o me han hecho sentirlo y otras me han hecho sentir como florecen gracias a mi mediación, a mi impulso. Ante esto y otras gratificaciones que estoy recibiendo en mi vida me planteo si me lo merezco, si realmente respondo a ese perfil de poder ayudar, en definitiva si este loco es digno de tal valoración positiva.
Quizás esté loco, quizás mis sueños me hagan la persona más rica del cementerio, quizás me duelan los brazos de remar contracorriente, quizás no entienda que ser sincero cree más problemas que soluciones, pero quizás me lo merezca, quizás sea digno de recibir reconocimiento, de ser valorado, de mejorar mi situación económica, de que la vida me gratifique, de ser amado y de poder amar sin distinción, sin posesión, sin egoísmo, de empezar a sentirme libre por primera vez en mi vida y de olvidarme.
Olvidarme de una década de trabajo personal intenso y exclusivo, de vivir sólo para transcenderme, de horas cara a la pared aguantando dolores en las piernas, de años de lucha contra mí mismo, de años sobreviviendo negándome a vivir, de tanto dolor propio y causado a los que me rodeaban, de una vida de loco y enloqueciendo a los que me querían, de quieros y no puedo, o mejor dicho no me dejo, de decisiones erróneas que me llevaban por el buen camino, de amores perdidos, pasados, realizados y no realizados.


Quizás sólo siga estando loco, como esos genios con una capacidad maravillosa para crear algo, pero sé que aunque el fango del dolor y el sufrimiento han alimentado mi flor de loto, he dejado de arrastrarme por el lodo por unas migajas de afecto y si bien esta flor sin alas quiere volar su aroma sí que puede hacerlo.







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